KIRLIANIT CORTÉS: EN EL PINÁCULO DE LAS GRANDES ESTRELLAS
LA CALLE REAL
KIRLIANIT
CORTÉS
Si
de referencia artística se quisiera hablar en Colombia, no hay duda de que Kirlianit
Cortés está en la primera línea de los tenores que han arrancado aplausos en
los más exigentes escenarios del mundo.
Nació
en Montenegro, Quindío, pequeño pueblo del occidente colombiano, en medio de las breñas agrestes
de esa geografía bucólica donde la naturaleza es un privilegio que premia a sus
gentes y que las dota, como en el caso del maestro Kirlianit, de una personalidad arrolladora, por la necesidad
que tienen de abrirse horizontes y pensar que el mundo es tan amplio que con
solo sentirlo en las distancias genera una vocación de trotamundos. Ese ha sido
el sentido de vida y del arte de este
maravilloso ser que, habiéndose vuelto hijo ecuménico de la humanidad, no se resiste a recordar a cada instante sus raíces, las que mantiene en una vívida permanencia
en las cincuenta horas diarias que necesita para curtirse día a día en sus
exigentes menesteres.
Su
vocación de líder artístico viene de una familia que le entregó la formalidad en su preparación académica
con su soplo inmanente de espiritualidad, esa donosura humana que acera la
personalidad de los grandes. Tuvo a bien desde muy temprano rodearse de
compañeros que querían el mismo rumbo del arte musical y conoció, como un sino
preestablecido, a profesores que le encontraron su virtuosidad y que jamás
dudaron en encaminarlo, sin ningún peaje, por ese rumbo que lo tiene hoy en el
pináculo de las grandes estrellas. Se debe recordar, entre otros, a los
profesores María Teresa Mendoza y Bernardo Sánchez, quienes inspirados en la
gracia exultante del talento y la dedicación del párvulo de entonces, empujaron
ese diamante en bruto que poco a poco y dada su ejemplar disciplina pudo saltar
con pasos agigantados los obstáculos que, como él mismo admite: “he tenido muchos éxitos pero también muchos
fracasos”. Preciso es lo que necesitó un ser humano como el maestro Kirlianit
Cortés para consolidar su estatura artística.
Como
persona, es de una sencillez extrema, reservada a los elocuentes y sus retozos, recordando el viejo billar, la cancha de fútbol o la barra esquinera de su
pueblo natal. Son momentos gratificantes que le dan un brillo especial a sus
ojos en las remembranzas.
Su paso
por la Universidad de Antioquia, uno de los centros superiores más calificados
de Colombia, le dejó una huella en sus calificaciones profesionales, pese a los tropiezos
de los conflictos de la universidad pública pero que jamás lo amilanaron y, por
el contrario, lo indujeron a liberarse y volar sin barreras a los extremos del
mundo, comenzando por la fría capital colombiana, donde aún se le recuerda una
bella foto de antología con su colega mexicano, el gran Fernando de la Mora,
con quien en la Ópera de Colombia se metió en la dramaturgia de Borsa con la Ópera Rigoletto de Giuseppe Verdi.
Pregonó
con estilo propio y llenó de alegría y entusiasmo a grandes auditorios
colombianos de concursos, especialmente de música andina, donde se llevó los
más importantes trofeos. Todo eran
triunfos. Pasta fina de arte moldeado por su voz.
Cuando
el pequeño solar nativo se estrechó, pensó inicialmente en Italia, cuna de las
grandes expresiones de la ópera, y saltó el océano, directo a la península.
Así comenzó
el trajinar, codeándose con lo más granado del Bel canto y alcanzando una estatura como tenor lírico de
reconocida significación, que aún hoy resuena en los grandes templos de la exquisita dimensión de Austria, Italia,
Japón, Estados Unidos, entre otros.
El
maestro Kirlianit Cortés tiene una dimensión difícil de entender y, cuando los
críticos más afamados del mundo lo veían sin duda alguna en la Metropolitan de
Nueva York, la Scala de Milán o en la Ópera Real de Versalles, su trono se
despejó de dudas y se encamino hacia unas raíces que permanecían inmanentes. De un solo tajo y sin pedir permiso salió airoso hacia la docencia musical.
Su hermana Luz Lahiri, samaritana de la vida y excelsa conductora, le entendió y ayudó al aterrizaje
sin sobresaltos en su máxima ambición dentro del arte.
Ya
en Austria, dedicó su tiempo a la educación con Superarte, un programa
sobresaliente por lo humano que lo afinó profesionalmente y lo catapultó a ser
Kapellmeister de los Cantores de Viena, el coro más antiguo del mundo.
Sueño
hecho realidad.
El
maestro Kirlianit Cortés Gálvez es hoy uno de los más reputados directores del
mundo. Oh, Gracia infinita!
Pero
quedan pendientes.
Nunca
ha olvidado las entrañas de su patria y recoge junto a su esposa y sus hijas,
con quienes vive en Austria, arrullado por las notas cercanas del Danubio, esa
magia que sirvió de inspiración a Strauss, los mejores cantos campiranos o de
carrillera, como se conocen en su país de origen, para solazarse con Darío
Gómez, a quien llevó cuando emprendió su periplo por el mundo hace ya largos
veinte años, dentro de su maleta, con un disco doble que permanece intacto y que
evoca que el ser humano jamás será eterno.
En
esas noctámbulas disquisiciones, el maestro Kirlianit piensa, por qué no, parado en el Teatro Colón de la capital
colombiana, retomando sus ancestros con una sinfónica y poniendo en lo
más alto de su registro vocal la música del Rey del despecho.
Se
sabe que, aunque el ser humano tenga la
mortalidad rondando por cada esquina, Kirlianit Cortés, a pesar de que Nadie
es eterno en el mundo, ya lo es, gracias a su arte.
Agosto
de 2020
Gilberto Montalvo Jiménez
Periodista
colombiano
2 Comentarios:
Una excelente y oportuna nota.
Mil gracias
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