domingo, 12 de noviembre de 2017

LA CALLE REAL...MI HERMANO... EL QUINDIANO DE OTRAPARTE

LA CALLE REAL



Padilla Motoa

MI HERMANO…EL QUINDIANO DE OTRAPARTE

Gilberto Montalvo Jiménez


No soy tan negro como él y menos cuento con su inteligencia, el don de su palabra supera las hipérboles y los matices con que conjuga verbos entrelazados con sentencias de su caletre que parecen parábolas sacadas de  elucubraciones de los evangelistas.

Tiene magia para encantar con ese verbo de calle que emociona a los que le escuchan con deleite  y más cuando con letanías profundas y largas entona cánticos a capela en defensa de su amado equipo cafetero. No hay quien se le compare  en las alabanzas por los triunfos ni en  los panegíricos por las derrotas.

El quindiano de otraparte tiene la magia de un encantador de serpientes para arrimar amigos. Los más lo quieren y uno que otro apóstata del misterioso Imán lo traiciona sin que le genere a su vivencia odios los cuales desterró desde que andaba  a pie limpio en ese fundo carnestoléndico que lo vio nacer hace cerca de setenta primaveras.

Mira por debajo de  unos lentes caídos sobre un mostacho hirsuto que le da un aire de místico Gandhi aunque es tan pecaminoso que se atreve a ayudar a sus amigos sin pasar una cuenta de cobro. Pecador de la buena amistad.

Nos ha unido una fuerte disposición de no enajenar una amistad por ningún coste aunque muchas veces hemos resignado de manera recíproca entrar en debates que podrían lastimarnos. Sólo le he reclamado airado que comparta mi deleite por Héctor Varela o Piazzola sin que deje a su eterno amor purificado por De Angelis o Canaro.

Cuando llegué hace 40 años también de la misma otraparte de este generoso de canción porteña y silueta de cachafaz,  no desestimó un solo instante extender la mano generosa que apoyaba sin contraprestación alguna al desvalido y escuálido paisano que emergía sin aliento alguno en la tierra que nos dio cobijo, hijos, amores y uno que otro disgusto que hemos borrado con la indiferencia íntima porque  sólo hemos cincelado con buril de punta de diamante  la gratitud por todos los que nos han mantenido dentro sus fueros.

Las noches interminables cuando su madre humilde caía en las garras de una enfermedad incurable llorábamos abrazados sin más remedio que el que busqué afanado en un anónimo laboratorio alemán en Bogotá tras la conquista de un alivio ante el perturbador ataque de la naturaleza impía. Nunca cejó un instante en buscar lo que fuera y en pasos seguros avasallado por la nostalgia comprendió que el momento había llegado y fui quien después de que Jairo Herrera Sanín saliera de un quirófano en el Hospital de Zona me confiara la noticia para que fuera el mensajero para mi amigo quindiano de otraparte. Cumplí sin mostrar angustia porque estaba frente a un varón al que me inclinaba respetuoso por su coraje y lealtad solidaria con su  progenitora. Después seguimos con su padre y juntos dejamos los despojos de los más grandes de su vida en el destino final de los mortales en gracia de ese dios que los acompañó por tanto tiempo y al que hoy rinde tributo el mismo quindiano de otraparte.

Es mucho lo que podría decirse de este pintor exquisito de empate y tinta china, corrector de estilo, médico en potencia, trilingüe de inglés de cantarrana, español fino y carreta ventiada en esquina de cafetín.

Cultura general que adoba con la filigrana de un bordador de Cartago al usar sin protocolos las mejores diletancias auncuando los pobres asistentes a un auditorio imaginario y   memorable  resignados tengamos que aplazar por horas los destinos que demanda el día a día. Pero es inevitable no  perderse su oratoria so pena, además, de que  lluevan rayos y centellas si algún desaire llegase a ocurrir.

Este viernes 28 de marzo, después de 39 años, se retira sin nostalgia alguna de su casa radial RCN  donde permaneció defendiendo principios, incentivando pasiones y calmando embrujos por un equipo que le dejó una testa sin vestigio alguno que allí hubiese existido un cabello antes frondoso, una gastritis aguda sin remedio y una ciática que lo postra cada que le viene en gana por la misericordia recurrente de la nostalgia del perdedor.

Pero se va con la frente en alto, sale por la puerta principal por donde emiten alaridos desenfrenados los ganadores.

Debe recordar dada su gran afición por el arte de Cúchares cuando  Manolete, Paquirri, o el El Yiyo recibían clamorosos el vértigo de un público arrollado por el encanto de sus virtudes. Esas puertas grandes que los vieron salir a hombros son las mismas que  hoy ven partir victorioso a este ilustre de la comunicación y baluarte de la amistad.

Cuando hace 45 años llegó solo con una camisa y un bluyín de desecho y se entregó a las manos de Arcesio Chica Suárez en La Voz de Armenia no  adivinaba que este terruño le diera todo, su amor por el departamento sin restricción alguna, amigos a porrillo, una divisa futbolera que le ha quedado en deuda, unos hijos de postín y unos nietos que al decir de sus retoños ahora será el tiempo de revivir las emociones de  los años sesenta en ese Cartago de nostalgia.

Hoy James Padilla Mottoa refrenda ante su público que no ha sido en vano su quindianismo sin mesura. Le queda mucho tiempo para seguir deleitándose con sus gustos así todos sepamos que nunca ni jamás verá a su amadísimo Deportes Quindío recibiendo la copa que lo distinguió en 1956 como campeón del rentado colombiano.

En mi caso hasta  el día que parta hacia el hueco negro de la nada vivirá en mi corazón como parte de mi palpitación diaria porque a James Padilla debo rendirle tributo por todo lo que ha sido profesionalmente pero más por su indiscutible capacidad de servir lo que solo se paga con gratitud perenne.

Feliz tranquilidad negro y en estos días te invito a que me expliques por qué Gardel sigue siendo tan grande como tú.


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