LA CALLE REAL...MI HERMANO... EL QUINDIANO DE OTRAPARTE
LA CALLE REAL
Padilla Motoa
MI HERMANO…EL QUINDIANO DE OTRAPARTE
Gilberto Montalvo Jiménez
No soy tan negro como él y menos cuento con su
inteligencia, el don de su palabra supera las hipérboles y los matices con que
conjuga verbos entrelazados con sentencias de su caletre que parecen parábolas
sacadas de elucubraciones de los
evangelistas.
Tiene magia para encantar con ese verbo de calle
que emociona a los que le escuchan con deleite y más cuando con letanías profundas y largas
entona cánticos a capela en defensa de su amado equipo cafetero. No hay quien
se le compare en las alabanzas por los
triunfos ni en los panegíricos por las
derrotas.
El quindiano de otraparte tiene la magia de un
encantador de serpientes para arrimar amigos. Los más lo quieren y uno que otro
apóstata del misterioso Imán lo traiciona sin que le genere a su vivencia odios
los cuales desterró desde que andaba a
pie limpio en ese fundo carnestoléndico que lo vio nacer hace cerca de setenta
primaveras.
Mira por debajo de
unos lentes caídos sobre un mostacho hirsuto que le da un aire de
místico Gandhi aunque es tan pecaminoso que se atreve a ayudar a sus amigos sin
pasar una cuenta de cobro. Pecador de la buena amistad.
Nos ha unido una fuerte disposición de no enajenar una
amistad por ningún coste aunque muchas veces hemos resignado de manera
recíproca entrar en debates que podrían lastimarnos. Sólo le he reclamado
airado que comparta mi deleite por Héctor Varela o Piazzola sin que deje a su
eterno amor purificado por De Angelis o Canaro.
Cuando llegué hace 40 años también de la misma
otraparte de este generoso de canción porteña y silueta de cachafaz, no desestimó un solo instante extender la mano
generosa que apoyaba sin contraprestación alguna al desvalido y escuálido
paisano que emergía sin aliento alguno en la tierra que nos dio cobijo, hijos,
amores y uno que otro disgusto que hemos borrado con la indiferencia íntima
porque sólo hemos cincelado con buril de
punta de diamante la gratitud por todos
los que nos han mantenido dentro sus fueros.
Las noches interminables cuando su madre humilde
caía en las garras de una enfermedad incurable llorábamos abrazados sin más
remedio que el que busqué afanado en un anónimo laboratorio alemán en Bogotá
tras la conquista de un alivio ante el perturbador ataque de la naturaleza
impía. Nunca cejó un instante en buscar lo que fuera y en pasos seguros
avasallado por la nostalgia comprendió que el momento había llegado y fui quien
después de que Jairo Herrera Sanín saliera de un quirófano en el Hospital de
Zona me confiara la noticia para que fuera el mensajero para mi amigo quindiano
de otraparte. Cumplí sin mostrar angustia porque estaba frente a un varón al
que me inclinaba respetuoso por su coraje y lealtad solidaria con su progenitora. Después seguimos con su padre y
juntos dejamos los despojos de los más grandes de su vida en el destino final
de los mortales en gracia de ese dios que los acompañó por tanto tiempo y al
que hoy rinde tributo el mismo quindiano de otraparte.
Es mucho lo que podría decirse de este pintor
exquisito de empate y tinta china, corrector de estilo, médico en potencia,
trilingüe de inglés de cantarrana, español fino y carreta ventiada en esquina de
cafetín.
Cultura general que adoba con la filigrana de un
bordador de Cartago al usar sin protocolos las mejores diletancias auncuando
los pobres asistentes a un auditorio imaginario y memorable
resignados tengamos que aplazar por horas los destinos que demanda el
día a día. Pero es inevitable no
perderse su oratoria so pena, además, de que lluevan rayos y centellas si algún desaire
llegase a ocurrir.
Este viernes 28 de marzo, después de 39 años, se
retira sin nostalgia alguna de su casa radial RCN donde permaneció defendiendo principios, incentivando
pasiones y calmando embrujos por un equipo que le dejó una testa sin vestigio
alguno que allí hubiese existido un cabello antes frondoso, una gastritis aguda
sin remedio y una ciática que lo postra cada que le viene en gana por la
misericordia recurrente de la nostalgia del perdedor.
Pero se va con la frente en alto, sale por la
puerta principal por donde emiten alaridos desenfrenados los ganadores.
Debe recordar dada su gran afición por el arte de
Cúchares cuando Manolete, Paquirri, o el
El Yiyo recibían clamorosos el vértigo de un público arrollado por el encanto
de sus virtudes. Esas puertas grandes que los vieron salir a hombros son las
mismas que hoy ven partir victorioso a
este ilustre de la comunicación y baluarte de la amistad.
Cuando hace 45 años llegó solo con una camisa y un
bluyín de desecho y se entregó a las manos de Arcesio Chica Suárez en La Voz de
Armenia no adivinaba que este terruño le
diera todo, su amor por el departamento sin restricción alguna, amigos a
porrillo, una divisa futbolera que le ha quedado en deuda, unos hijos de postín
y unos nietos que al decir de sus retoños ahora será el tiempo de revivir las
emociones de los años sesenta en ese
Cartago de nostalgia.
Hoy James Padilla Mottoa refrenda ante su público que
no ha sido en vano su quindianismo sin mesura. Le queda mucho tiempo para
seguir deleitándose con sus gustos así todos sepamos que nunca ni jamás verá a
su amadísimo Deportes Quindío recibiendo la copa que lo distinguió en 1956 como
campeón del rentado colombiano.
En mi caso hasta
el día que parta hacia el hueco negro de la nada vivirá en mi corazón
como parte de mi palpitación diaria porque a James Padilla debo rendirle
tributo por todo lo que ha sido profesionalmente pero más por su indiscutible
capacidad de servir lo que solo se paga con gratitud perenne.
Feliz tranquilidad negro y en estos días te invito
a que me expliques por qué Gardel sigue siendo tan grande como tú.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal