LA CALLE REAL WHISKY Y CIGARRILLO PARA UN REBELDE
LA CALLE REAL
Septiembre
15 de 2021
WHISKY
Y CIGARRILLO PARA UN REBELDE
Antonio Caballero
Gilberto
Montalvo Jiménez
Inseparables
su whisky y su cigarrillo como inseparables fueron las grandes historias del
mundo hurgadas con tesón de recoleto o la fascinante manera de encontrarle el
ritmo y las cadencias musicales a sus cáusticas columnas de opinión
convertidas en el dolor de cabeza de los poderosos con su reiterada manera de
insultarlos por siempre aunque fue un ilustre vástago de esa burguesía sabanera de la cual
era su más enconado detractor, a
sabiendas de que por su venas corrían esos envoltorios
de ácido ribonucleico de la jactancia de
sus poderosos familiares.
A
Antonio Caballero jamás le importó su itinerancia por los ribetes ríspidos del
poder heredado declarándose por el contrario un sujeto de mala leche que los zahirió
hasta la misma semana de su muerte.
Su
pluma tenía el punzón del florete de los caballeros y con sus dardos reiterativos
mantenía a los poderosos vigentes pero con el discutido honor de su putrefacta
actitud que Caballero retrataba con maestría.
Fue
un caricaturista implacable y sus cartones en el periódico El Tiempo marcaron
un hito que le causó su retiro porque con esos muñecos elementales y finas líneas
tenía alto del suelo al comandante en jefe de la jauría de entonces Carlos
Lleras Restrepo, por supuesto, que el siempre gobiernista periódico de los bogotanos no resistía enfrentar al poder que ha sido su aliado por secula
seculorum.
Su única
novela Sin Remedio es la auténtica definición de un angustiado por la falta de
amor que en medio de los libros de contabilidad se desata en la búsqueda de experiencias
contra la pretendida moral santafereña donde el escritor revela además su terrible
inclinación por la poesía en un estilo barroco lo que complementa con un pedazo
dedicado a una corrida de toros, su pasión eterna.
Una
cultura general atiborrante que podaría salírsele por sus orejas, las mismas
que en un libelo contra Plinio Apuleyo Mendoza se las amplificó de tal manera
que ninguna de las caricaturas de Caballero, Osuna o Vlado las habría reflejado
tan bien pero en este caso con palabras.
Rebelde,
pionero de ese periodismo militante de izquierda con Gabo, Samper Pizano y
Santos Calderón, entre otros, acabaron con sus modestos patrimonios económicos
pero mantuvieron su indeclinable sarcasmo contra las putrefactas instituciones de
este país inviable.
Con
la muerte de Antonio Caballero seguramente se pierde la voz crítica más
altisonante pero queda su fino humor, sus trazos semánticos de
poeta ilustrado, esa manera urticante de lanzar improperios con la fusta del
verbo enardecido.
Sus
malquerientes que fueron muchos, porque como él decía “no escribo para hacer
amigos” también han lamentado la partida de quien les jodió sin miramientos su
puta vida.
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