REENCUENTRO CON LOS PROHOMBRES DE LA POLITICA
REENCUENTRO CON LOS PROHOMBRES DE LA POLITICA
QUINDIANA
Armenia
septiembre 24 de 2024
Era
domingo, un 1 de agosto de agosto de 1993, frisaban las ocho y tantos minutos
de la noche y la televisora nacional estaba al rojo en los incipientes
programas que se acomodaban en los canales A y Uno
mientras que el tres se convertía en Señal Colombia. Los privados no arrancaban
aun.
Silvio,
acostumbraba en su casa de tres niveles de la carrera 15, apoltronarse en un
cómodo sillón de cuero café para ver lo último de la televisora después de que
Carmencita del Fresno, su esposa, le preparara en esos domingos de
letargo una cena pequeña de tostadas de pan con café y quesillos de Salento.
Había
quedado atrás el madrugón de nueve de la mañana al “Destapao” de la calle 23
con carrera 17, frente al Concejo de Armenia de entonces, donde era
costumbre despacharse varios tintos con sus allegados de siempre entre los que
se contaban Mario Leño, Alberto Herreño, Martiniano Páez y uno que otro liberal
que no disimulaba el respeto por el jefe conservador de entonces.
El
tema político y congresional pasaba de la mano del glorioso Deportes Quindío,
su equipo del alma.
No
había domingo o miércoles de partido en el San José donde Silvio no estuviera
con su cojín para posaderas en la legendaria ubicación de preferencia. Siempre
lo acompañé en medio de las ruidosas carcajadas de Repollito Pérez y el frenesí
de la asistencia.
Silvio
era de rigor doctrinario pero ajeno al sectarismo.
Casi
siempre en su vida de político en la heredad de don Luciano Gómez y con las
articulaciones dialécticas de Laureano y Álvaro Gómez, depuso intereses
politiqueros para unir esfuerzos con el gran cacique liberal Ancizar López y
coaligarse en el concejo o la asamblea para afinar los acuerdos o las
ordenanzas que fueran encaminadas al servicio colectivo.
Mucho
antes cuando la quimera del departamento del Quindío estaba apenas en las
sábanas calenturientas de un puñado de quijotes, Silvio comenzó su patrocinio
desde el congreso sin importarle retar la afinidad a su vieja
amistad con Luis Granada Mejía, con quien chocó en estruendoso pugilato cuando
este, otro azul de metileno de tendencia pastranista, se rendía ante las
expectativas de los azucenos manizalitas en defensa de la integridad del
departamento de Caldas.
Granada
creía que la escisión traería muchos más problemas que la independencia.
Después de más de 58 años todavía está por explorarse su tesis.
No
obstante, las grandes discusiones y el final feliz para la consecución de la
autonomía política del Quindío, nunca dejaron heridas y los pocos pugilatos se zanjaron con el tiempo. Eran otras épocas
donde los varones de la política real hacían uso de la dialéctica y
no generaban odios viscerales sino pequeñas rencillas que se diluían con el
paso de los años.
Jamás
hubo rencores. Al final todo era abrazos y concordia.
La
disciplina fue un toque permanente en la vida de Ceballos Restrepo. Muchos confundían
esta característica con una posible distancia personal, pero no, se trataba de
una manera de ser muchas veces indescifrable, pero siempre tocada por la
sinceridad en sus criterios.
Silvio
tenía una especial preferencia por los debates internos en su
partido a nivel regional. Las convenciones para determinar
dignidades a los cuerpos colegiados eran todo un pulso de ideas y de nombres
ilustres. Tronaba el verbo de flama de Evelio Henao Ospina, mientras César
Montoya Ocampo, el último de los grecocaldenses, se refugiaba en las cita
clásicas donde incorporaba labia, filosofía y manzanilla.
Cesar
Hincapié Silva, se iba en disidencia con Hugo Palacios Mejía, mientras
Pastorita Giraldo de Garay con Raúl Botero Macía, se reunían en la Asociación
Cultural a instancias de Jaime Moreno Espinosa, para tratar de amainar las
aguas de olas vibrantes que se desbordaban en la sede de la carrera 15 con
calle 22.
Al
final, el oráculo Ceballos tomaba las riendas y con su dialéctica hacía
que el temporal terminara.
Con
Silvio se formó una generación importante de profesionales que de su mano
fueron llevados a conocer el mundo de la política y a forjarse en las
experiencias de la burocracia.
Tuve
el privilegio de su mano con el talento de Evelio Henao Ospina, ser el jefe de
redacción del semanario Meridiano del Quindío, tea libertaria de principios
ortodoxos pero abierto a todas las concepciones filosóficas sin peajes de
naturaleza alguna.
Allí
combatimos las injusticias de la politiquería regional y mientras los obsecuentes
besaculos de Carlos Lehder Rivas, quien hizo su aparición para acabar con una
generación de quindianos, entre ellos muchos de los que hoy se pavonean
hablando de moral y eran sus mezquinos botafumeiros, nos levantamos en la
denuncia de sus fechorías y publicamos la temeraria crónica “Cayo Norman o la
isla de la Cocaína” que valió la atención del país nacional desde la provincia
nuestra.
Se
retomó el tema en los principales diarios y revistas del país y comenzó a
develarse la verdadera intención del “empresario colombo-alemán” como le
llamaban sus secuaces de los medios de comunicación.
Allí
Silvio fue la principal víctima de ataques e improperios de la mafia que se
enquistaba en los tuétanos de la comunidad quindiana.
Silvio
había arribado cómodamente a la madurez de sus 62 años con aureolas suficientes
y reconocimiento nacional de senador ilustre, serio, responsable.
Pero
llegó ese domingo 1 de agosto de 1993 cuando Carmencita le dejó al lado de la
mesilla en la sala de estar donde veía la televisora el café con tostadas de
pan y los quesillos salentinos cuando sobrevino un mazo terrible que le pegó
directo al corazón sin dejar que terminara un resumen de la “Potra
Zaina” antes del Noticiero Nacional.
Se
fue Silvio con todos los honores. Su amigo incondicional de todas las
horas Álvaro Gómez no vino al entierro, se extrañó por supuesto,
no hubo explicación, pero el pueblo quindiano le rindió un postrer
homenaje como se lo mereció en el augusto recinto católico de la Catedral de
Armenia.
Los quindianos
lo añoramos y aun hoy con el paso de estos 31 años muchos seguimos recordando su memoria. En mi caso fui
su amigo, su asistente, su principiante en el entendimiento de
la política.
Qué
privilegio para muchos haberlo tenido cerca.
Cuando
ha pasado tanto tiempo y las tempestades son el pan de cada día en este Quindío
sufrido y apaleado por la irresponsabilidad de usufructuarios del erario para
enriquecerse, figuras de la talla de Silvio Ceballos Restrepo, están inmanentes
sin que se logre encontrar un sustituto digno del respeto y el cariño del que
se hizo acreedor.
Falta
que nos hace Silvio al igual que otros comandantes de la dignidad y la limpieza
moral, hoy arrebatada por la caducidad de los valores en manos de
inescrupulosos politiqueros que despojados de valor civil y carácter los han
sustituido por el raponazo vil que tiene a unos encartados y a otros manejando
las piltrafas que han dejado con socarrona intención de perpetuarse en el
poder a costa de la desintegración de una sociedad que clama a
gritos las reivindicaciones públicas cuando se pregonan nombres como el de
Ceballos Restrepo.
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