lunes, 15 de junio de 2015

RECUERDOS DE UN AMIGO...ANTONIO JOSE CABALLERO Diciembre 17 de 2013


                        
               Recuerdos de un amigo

ANTONIO JOSÉ CABALLERO


                         EL BACÁN DE LA REPORTERIA


Gilberto Montalvo Jiménez






Antonio JoséCaballero




                        



                         EL BACÁN DE LA REPORTERIA

Gilberto Montalvo Jiménez


Si la esencia del periodismo es la reportería Antonio José Caballero  fue el reportero por excelencia. No había tema que le fuera vedado  y se afinó como experto en vaticanismo con sus extrañezas, entretelas y fulgores. La elección de los papas, ese entramado de pulsos de poderes era su fuerte.

Juan Harvey Caicedo, su hermano del alma, le confió el remoquete de Terciopelo, el que llevaba sin disimulo porque hacía honor a su temperamento de volcán, sin embargo Antonio le sacaba partido en los momentos de euforia para atribuirse una manera de ser  apacible. Pero vaya turbulencia. Era un señor a carta cabal con un fino sentido del humor que solo resignó un día antes de su muerte cuando de nuevo apagó el móvil para que nadie le llamara. A Juan Gossaín, su mejor amigo, le dejó un mensaje de texto horas antes de su escapada diciéndole que no aguantaba más.

Fuimos amigos entrañables con Gustavo Moreno, César González y Jorge Iván Salazar, en este Armenia que quería y disfrutaba con pasión. Cuando a los asesinos mandaron al otro lado a Cesar fui el encargado de avisarle: silencio profundo y expresión lacónica de pesar. Respiración detenida.

Toño Uribe, el otro Antonio, fue el encargado de revelarnos que Antonio José había caído en las garras de un carcinoma definitivo que invadió sin misericordia  el hígado y su páncreas. Nada había que hacer hace siete meses la condena a muerte era definitiva. No paró un instante, aunque sus compañeros le pedían a diario un descanso no dejó un minuto de pensar en  que había que alimentar el tiempo de su carrera fulgurante de reportero tenaz.

Ya en poder de la extrema realidad me encontré en el Zaguán de San Antonio un elegante restaurante del viejo barrio caleño una fotografía de Antonio José junto al cardenal Ratzinger, cuando aun no era papa. El periodista lucía  un buzo de cuello de tortuga negro que hacía juego con su testa cana dándole un aire reverencial de cura tras el púlpito. Le hice bromas por el correo pero ya estaba en la Clínica del Valle del Lila esperando la agonía que se prolongaría por siete largos meses.

Cuando el reverendo alemán, el mismo de la fotografía, sería declarado el rey de la grey católica del mundo, en Roma apostado a un lado de la Sixtina estaba con Néstor Pongutá el reportero de Colombia, Don Antonio José Caballero. A las siete y cinco minutos de la noche colombiana  dio el grito de la Fumata Bianca. Habemus papa. Tres veces completaba aquella oportunidad de estar en ese ajetreo donde se sentía como pez en el agua anunciándole al mundo la bienvenida del nuevo sacratísimo. Y cinco una vez más cuando Bergoglio se robó la voluntad de los cardenales y  los puso de hinojos para  proclamarlo el nuevo pope y Caballero volvió a gritar emocionado: Habemus papa.

El mundo lo escuchó.

Todos los rincones de Colombia tuvieron a Caballero paseándose como Pedro por su casa, El ventero de rellena en una calle de Ibagué o la dueña de un prostíbulo en Zipaquirá  o el golpe de estado frustrado a Chávez en Venezuela  o su clemencia a los bandidos en las noches dominicales a través de su casa en RCN para que soltarán a los secuestrados fueron sus calculados pasos del buen periodismo en este país. Nunca le oyeron los bandoleros. Aunque se dio el guarapazo de tener frente a frente al mecenas de Tirofijo por los años setenta cuando aún no había ordenado matar a las más de cien mil almas que han sido pasadas por las armas de sus justicieros. Quién sabe qué le diría, poco importa.

Una noche de tantas venía del entierro de mi madre en Tuluá y me encontré con Moreno, González y Salazar, a un lado una silla esperaba a un amigo, entró raudo al momento en la oficina del alcalde cívico y deportivo el viejo Toño, se despachó con las generosidades del compañero que acababa de perder al ser más amado y guardó respeto por el momento como si se tratara de un caso para sí y de sí.


Ese era Antonio José un caballero en todo el sentido de la palabra, buen amigo, bon vivant, amante de la bohemia, las chicas de vaudeville y un enamorado de la soledad personal, esa intimidad que cuidó  tanto, aunque afuera el mundo se le volvía una multitud que le cabía en el corazón. Suerte marinero de las saudades, de  la Sonora Matancera, de Tito Rodríguez, de Daniel Santos y Tito Puente, del Trío LA Rosa y Matamoros por aquí nos dejaste por unos momentos. Mi compadre Paché Andrade está llorando también, eso me dijo esta mañana en contacto espiritual. Yo no te lloro, te exalto solo te pido que me  saludes a Juan Harvey.

Hasta luego bacán de la reportería.

Armenia, diciembre 17 de 2013











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