miércoles, 1 de agosto de 2018

HACE VEINTICINCO AÑOS...PERDIMOS A SILVIO CEBALL0S

Hace 25 años

PERDIMOS A SILVIO CEBALLOS RESTREPO

Gilberto Montalvo Jiménez

Agosto 1 de 2018

Era domingo, frisaban las ocho y tantos minutos de la noche y la televisora nacional estaba al rojo en los incipientes programas que se acomodaban en los  canales A y  Uno mientras que el tres se convertía en Señal Colombia. Los privados no arrancaban aun.

Silvio, acostumbraba en su casa de tres niveles de la carrera 15, apoltronarse en un cómodo sillón de cuero café para ver lo último de la televisora después de que Carmencita del Fresno, su esposa,  le preparara en esos domingos de letargo una cena pequeña de tostadas de pan con café y quesillos de Salento.

 Había quedado atrás el madrugón de nueve de la mañana al “Destapao” de la calle 23 con carrera 17, frente al Concejo  de Armenia, donde era costumbre despacharse varios tintos con sus allegados de siempre entre los que se contaban Mario Leño, Alberto Herreño, Martiniano Páez y uno que otro liberal que no disimulaba el respeto por el jefe conservador de entonces.

El tema político y congresional pasaba de la mano del glorioso Deportes Quindío, su equipo del alma.

No había domingo o miércoles de partido en el San José donde Silvio no estuviera con su cojín para posaderas en la legendaria ubicación de preferencia. Siempre lo acompañé en medio de las ruidosas carcajadas de Repollito Pérez y el frenesí de la asistencia.

Silvio era de rigor doctrinario pero ajeno al sectarismo.
Casi siempre en su vida de político en la heredad de don Luciano Gómez y con las articulaciones dialécticas de Laureano y Álvaro Gómez, depuso intereses politiqueros para unir esfuerzos con el gran cacique liberal Ancizar López y coaligarse en el concejo o la asamblea para afinar los acuerdos o las ordenanzas que fueran encaminadas al servicio colectivo.

Mucho antes cuando la quimera del departamento del Quindío estaba apenas en las sábanas calenturientas de un puñado de quijotes, Silvio comenzó su patrocinio desde el congreso sin importarle retar la  afinidad a su vieja amistad con Luis Granada Mejía, con quien chocó en estruendoso pugilato cuando este, otro azul de metileno de tendencia pastranista, se rendía ante las expectativas de los azucenos manizalitas en defensa de la integridad del departamento de Caldas.

Granada creía que la escisión traería muchos más problemas que la independencia. Después de más de 52 años todavía está por explorarse su tesis.

No obstante, las grandes discusiones y el final feliz para la consecución de la autonomía política del Quindío, nunca dejaron heridas y las pocas escisiones se fueron zanjando con el tiempo. Eran otras épocas donde los varones de la política real  hacían uso de la dialéctica y no generaban odios viscerales sino pequeñas rencillas que se diluían con el paso de los años.

Jamás hubo rencores. Al  final todo era abrazos y concordia.

La disciplina fue un toque permanente en la vida de Ceballos Restrepo. Muchos confundían esta característica con una posible distancia personal, pero no, se trataba de una manera de ser muchas veces indescifrable, pero siempre tocada por la sinceridad en sus criterios.

Silvio tenía una especial preferencia por los debates internos en su partido  a nivel regional. Las convenciones para determinar dignidades a los cuerpos colegiados eran todo un pulso de ideas y de nombres ilustres. Tronaba el verbo de flama de Evelio Henao Ospina, mientras César Montoya Ocampo, el último de los grecocaldenses, se refugiaba en las cita clásicas donde incorporaba labia, filosofía y manzanilla.

Cesar Hincapié Silva, se iba en disidencia con Hugo Palacios Mejía, mientras Pastorita Giraldo de Garay con Raúl Botero Macía, se reunían en la Asociación Cultural a instancias de Jaime Moreno Espinosa, para tratar de amainar las aguas de olas vibrantes que se desbordaban en la sede de la carrera 15 con calle 22.

Al final, el oráculo Ceballos tomaba las riendas y con su dialéctica hacía que   el temporal terminara.

Con Silvio se formó una generación importante de profesionales que de su mano fueron llevados a conocer el mundo de la política y a forjarse en las experiencias de la burocracia.

Tuve el privilegio de su mano con el talento de Evelio Henao Ospina, ser el jefe de redacción del semanario Meridiano del Quindío, tea libertaria de principios ortodoxos pero abierto a todas las concepciones filosóficas sin peajes de naturaleza alguna.

Allí combatimos las injusticias de la politiquería regional y mientras los obsecuentes besaculos de Carlos Lehder Rivas, quien hizo su aparición para acabar con una generación de quindianos, entre ellos muchos de los que hoy se pavonean hablando de moral y eran sus mezquinos botafumeiros, nos levantamos en la denuncia de sus fechorías y publicamos la temeraria crónica “Cayo Norman o la isla de la Cocaína” que valió la atención del país nacional desde la provincia nuestra.

Se retomó el tema en los principales diarios y revistas del país y comenzó a develarse la verdadera intención del “empresario colombo-alemán” como le llamaban sus secuaces de los medios de comunicación.
Allí Silvio fue la principal víctima de ataques e improperios de la mafia que se enquistaba en los tuétanos de la comunidad quindiana. 

Silvio había arribado cómodamente a la madurez de sus 62 años con aureolas suficientes y reconocimiento nacional de senador ilustre, serio, responsable.

 Pero llegó ese domingo 1 de agosto de 1993 cuando Carmencita le dejó al lado de la mesilla en la sala de estar donde veía la televisora el café con tostadas de pan y los quesillos salentinos cuando sobrevino un mazo terrible que le pegó directo al corazón sin dejar que terminara  un resumen de la “Potra Zaina” antes del Noticiero Nacional.

Se fue Silvio con todos los honores. Su amigo incondicional de todas las horas   Álvaro Gómez no vino al entierro, se extrañó por supuesto, no hubo explicación, pero el pueblo quindiano  le rindió un postrer homenaje como se lo mereció en el augusto recinto católico de la Catedral de Armenia.

Los  quindianos lo lloramos y aun hoy con el paso de estos 25 años muchos lo seguimos añorando. En mi caso fui su amigo, su asistente, su principiante en el entendimiento de la  política que terminó en  condición de secretario general de su partido al cual hoy no pertenezco. Valía la pena ser militante cuando esa colectividad tenía hombres de la talla de Silvio Ceballos Restrepo.
Qué privilegio para muchos haberlo tenido cerca.

Cuando ha pasado un cuarto de siglo y las tempestades son el pan de cada día en este Quindío sufrido y apaleado por la irresponsabilidad de usufructuarios del erario para enriquecerse, figuras de la talla de Silvio Ceballos Restrepo, están inmanentes sin que se logre encontrar un sustituto digno del respeto y el cariño del que se hizo acreedor.

Falta que nos hace Silvio al igual que otros comandantes de la dignidad y la limpieza moral, hoy arrebatada por la caducidad de los valores en manos de inescrupulosos politiqueros que despojados de valor civil y carácter los han sustituido por el raponazo vil que tiene a unos encartados y a otros manejando las piltrafas que han dejado con socarrona intención de perpetuarse en el poder  a costa de la desintegración de una sociedad que clama a gritos las reivindicaciones públicas cuando se pregonan nombres como el de Ceballos Restrepo.


2 Comentarios:

A la/s 1 de agosto de 2018, 1:58 p.m., Blogger Carlos Noreña dijo...

Excelente columna sobre un gran hombre que dejo legado de principios y valores en nuestra sociedad. Quienes lo conocimos y tuvimos la fortuna de intercambiar conceptos e ideas nunca lo olvidaremos y por el contrario, transmitiremos a otras generaciones sus principios.

 
A la/s 1 de agosto de 2018, 9:09 p.m., Blogger Unknown dijo...

Que buen homenaje le haces a don silvio.

 

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