DÓNDE ESTÁ LA REPORTERIA
LA CALLE REAL
Armenia, enero 19 de 2017
MEDIOS
¿DONDE ESTÁ LA
REPORTERIA?
Gilberto Montalvo
Jiménez
Los receptores de información estamos asistiendo a un fenómeno preocupante
en materia de la calidad del “producto” que se entrega.
Es precaria técnicamente si nos
atenemos a elementales códigos sustantivos que se aprenden en la academia o en
el ejercicio cotidiano del periodismo.
Hay unas muletillas pecaminosas que
engañan al desprevenido porque con el
argumento de “exclusiva” dan crédito sin cedazo alguno a las versiones
“autorizadas” de alguien generalmente interesado en que se escuche lo que
quiere que le oigan.
Elemental atropello contra las normas
no escritas para el ejercicio honesto del periodismo.
En reflexiones interesantes el
reconocido periodista de la prestigiosa revista New Yorker, Jon Lee
Anderson, hizo advertencias muy claras en cuanto los intereses particulares que
alientan a personajes a engañar a los periodistas con sus aseveraciones que con
el mote de “exclusiva” llenan de vanidad al “afortunado” que tiene a su bien
extender la grabadora y captar las maravillas de su interlocutor.
Claro que se engaña al periodista por
la falta absoluta de rigor en el trabajo que le ha encomendado la
sociedad y de contera crea una atmósfera irresponsable que desencadena
en un producto final no fiable y distorsionador de la verdad.
No hay nada más riesgoso que dar por
descontado el aprovechamiento de un interlocutor, por importante que sea, en el
uso de la interpretación de hechos que tienen la necesidad de conocerse por
otras versiones.
Esas tales ‘exclusivas’ es lo más
pernicioso en materia de información porque se cae en lo más profundo de la
irresponsabilidad mediática.
Hay que meterle más reportaría a los
asuntos informativos porque mientras nos atengamos a la curiosa manera de
interpretación amañada de los interesados seguiremos recibiendo
informaciones maltrechas, a medias y por lo tanto distorsionadoras de la
verdad.
La comodidad de una sola arista de la
información no es más que la impericia de quienes tienen responsabilidades de
alto calado en una sociedad que necesita transparencia en el producto
informativo que se le entrega.
Hay de otra parte, una manía
recurrente en la radio o la televisión de pegarse a las versiones de medios
escritos que caen en las mismas desgracias y por lo tanto esto no es más
que una cadena de fallas en el propio origen que desencadena en la
desinformación.
Los medios deben generar una agenda
propia y autónoma sin depender de sus pares.
Es menester revisar las maneras como
se capta la información, sus orígenes y la evaluación técnica de las mismas.
Si siguen de idiotas útiles de los
titiriteros, no importa vengan de donde viniesen, el destino final es el
descrédito y lo más fatal la pérdida de credibilidad no sin antes anotar
que esta es el más valioso patrimonio del informador.
Si a los columnistas se les exige por
lo menos de manera tácita que para poder tener influencia en sus lectores deben
ser reconocidos por su seriedad y aplomo mucho más a los responsables de la
información porque como todos sabemos esta es sagrada y no admite vaivenes o
manipulaciones de los siempre interesados en sus verdades.
Siempre habrá facilistas que
interpretan como una verdad de apuño lo que le dice el personaje del momento.
Los periodistas que se dejan manipular sienten vanidad porque suponen que
quienes los utilizan les están haciendo un favor y ese favorcito es nada más y
nada menos que la distorsión de la verdad.
Si se sacrifica la honestidad
profesional en el rigor por las ‘exclusivas’ jamás saldremos de la anacrónica
manera de hacer un periodismo de desecho.
¿Dónde carajos está la reportería?
Todos sabemos que esta es la única manera de encontrar una información
confiable.