miércoles, 21 de noviembre de 2018

SEIS AÑOS DE LA MUERTE DE TICO MAcCAUSLAND


LA CALLE REAL
Armenia, noviembre 21 de 2018

SEIS AÑOS DE LA MUERTE DE ERNESTO MAcCAUSLAND

Este es un recuerdo de un gran colega y fue escrito hace seis años el día de su muerte.



NOVIEMBRE 21 DE 2012


A PROPÓSITO DE LA MUERTE DE TICO MAcCAUSLAND

LA CRÓNICA

GILBERTO MONTALVO JIMÉNEZ

La crónica como género periodístico ha muerto desde hace varios años y no por cuenta de los contadores de historias sino por el vértigo de las nuevas tecnologías que han arrinconado a los lectores y  han metido en la cabeza de los editores y directores que no hay tiempo para leer grandes reportajes.

Le velocidad con que se mueve el mundo no es indiferente para los medios que por el contrario en la búsqueda de no quedarse atrás han eliminado de su portafolio las historias que antes arrebataban momentos de complacencia para los lectores ávidos de conocer sujetos de carne y hueso y entornos recreados con lucidez por los maestros del oficio.

Se ha creído que los cronistas son unos individuos que se escampan de paso en  el periodismo para saltar a las grandes ligas de la literatura.

García Márquez ha defendido un criterio que hoy puede ser discutido, no porque haya dejado de ser el oráculo de la profesión, sino porque está demostrado que no es como él afirma que el “periodismo es literatura hecha a la carrera” .Por el contrario el periodismo es con hechos reales mientras que la literatura puede nutrirse de la imaginación. Mientras la crónica exige rigor en tiempos, espacios, contextos la literatura puede nutrirse de inverosimilitudes.

Los malabares de los literatos pueden ser especulativos rondando lo irreal mantenido con fiereza por el encanto de sus sobresalientes plumas aunque muchas veces pueden quedarse cortos porque en la ambigüedad de la existencia del ser humano las realidades que notarían los cronistas pueden ser superiores a las noveladas. Pero ese es otro factor de contenido ontológico de mayor especulación en ámbitos académicos que se ocupan de estos menesteres.

Hoy no hay cronistas porque los periódicos y las revistas  no publican con el argumento contundente que la gente no tiene tiempo de leer grandes historias.

Esta premisa puede ser materia de discusión porque no hay mejor manera de entretener a un lector y atornillarlo que presentándole narraciones con encanto. Esos textos atrayentes  antes se constituían en la materia prima del buen medio escrito y eran solaz y regocijo a través del manoseo sublime de la hoja del papel periódico y que en lectura de izquierda a derecha iban desenchufando de la realidad al receptor.

Las revistas en especial concebidas para incluir narrativas elaboradas por grandes plumas han decaído en su filosofía original aunque se insinúan  nuevos escarceos que asoman la posibilidad de que se vuelva por el camino de las historias bien contadas.

Puede ser que en vista de los recurrentes efectos del péndulo se regrese a la crónica como sustancia del buen periodismo y que las narraciones cuidadosas y bien elaboradas se conviertan de nuevo en atractivo para las publicaciones consuetudinarias.

Hay que recordar que la crónica es periodismo y no literatura y mientras tenemos el tiempo para leer grandes obras de los estupendos literatos qué mejor unas buenas narrativas en extensiones moderadas donde la sensibilidad natural y el talento del periodista pueda recrear lo humano de estas narraciones que son al fin y al cabo la razón natural de la profesión: testimoniar hechos reales con pasión gracia, fluidez y sobretodo honestidad.

Recuerdos de Ernesto MacCausland grande entre los grandes del género que hoy ha muerto.


miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA BESTIA


LA CALLE REAL
Armenia, noviembre 14 de 2018

Dada la inminencia de que “La Bestia” Luis Alfredo Garavito, recupere su libertad publicamos estos apartes del libro inédito LOS DRAGONES DEL QUINDÍO del periodista Gilberto Montalvo Jiménez

LA BESTIA
La bestia

Y llegó el otro malparido. El engendro, la Bestia. Un malnacido de origen espurio que fue parido por la unión de dos analfabetos que se la pasaban rezándole al Señor Caído, una advocación lastimera de Jesucristo, para que se  llevara esa porquería que había venido al mundo con una figura lánguida y daño de estómago permanente. Las churrias no se hacían esperar porque solo mamaba de la teta de una anémica que por supuesto le trasladaba todas las peores inmundicias al todavía feto aunque ya había visto la luz del día.


¡Aleluya! había nacido otro peor que Tirofijo en las escarpadas lomas de la fértil Génova de El Edén. ¡Hosanna! gritó el cura espantado  que de una lo llevó a la pila bautismal y le puso por nombre Luis Alfredo Garavito Cubillos. Como lo consideró conveniente recitó en un latín inentendible a Juan 12:13, Mateo 21:9 y Marcos 11:10. La usanza cuando nacen estos esperpentos. Pero lo santificó de una el clérigo y lo dejó listo para que cuando se muera se vaya directo al cielo.

Cuando lo alzó para ponerle sal en la testa y dejarlo de una vez matriculado en la santa madre iglesia católica, apostólica y romana el engendro le disparó un chorro de orines  en la cara y ahí fue cuando soltó el granuja la primera carcajada de su  vida. Entronizado quedó patentado para hacer el mal el que iba puliendo a medida que crecía.

El padre un labriego indeterminado le propinaba  fueteras por todas las cagadas que hacía la rata y que se solazaba  en desquite  dándoles zurriago a sus siete hermanos que no veían la hora de que se largara para la puta mierda esa viscosidad.

Cuando podía moverse solo y después de padecer malaria se hizo a una cauchera de veinte ramales que usaba para echarle piedra a su padre después de las golpizas, quebraba las vidrieras de la escuela rural y mataba pajaritos a los que luego desplumaba para tragárselos crudos. Era una suerte de duende que no se apaciguaba ni con los rezos del vecindario. Por el contrario aumentada su crueldad con todo lo que se atravesara. Desde entonces era proclive a comer carne cruda de todos los olores y sabores.

Algunas beatas de la vecindad se apiadaron de la rata y se la llevaron de nuevo al cura pero  esta vez para que lo ordenara de monaguillo. En efecto quedó matriculado como miembro activo de la jerarquía de la santa madre iglesia de cristo redentor.

En la covacha de la casa cural se tomaba el vino Moscatel de mala calidad pero una vez consagrado. El cura para ahorrarse tiempo lo convertía en    la sangre de cristo por galones. Había vino para dar y convidar. Garavito se metía unas peas de amor dormido y aprovechaba el sueño reparador del párroco para robarse los pocos denarios que los pobres fieles dejaban en las alcancías por las veladoras que le encomendaban a la virgen del Carmen. En estas iglesias hay que pagar por todo hasta para alumbrar muñecos.

De un momento a otro desapareció del entorno como por encanto y cuentan que lo vieron en el paraje Rio Verde comiéndose una culebra viva. Se la tragó de un volión sin parpadear. Los peregrinos que desde entonces comían en el sitio sancocho trifásico o de cola de marrano elevaron plegarias pensando que la Bestia moriría pero solo pereció en el trance el pobre ofidio.

Nadie volvió a saber nada de Luisito, como le llamaba cariñosamente el obispo cuando iba de visita a Génova.

Reapareció el hijueputa. En esta oportunidad hizo su entrada triunfal a Bugalagrande un pueblo del centro del Valle del Cauca que solo tiene una carnestolenda tenaz y una cantidad indescifrable de viejos sin camisa y en arrastraderas que se sientan en sillas de mimbre en los andes de las casas a esperar que venga por ellos el de arriba. El sacratísimo deberá tener mucha paciencia porque esos vejetes duran una eternidad. Pero la paciencia de Dios es infinita.

Tilín…tilín…tilán… Chicles, mentas, frunas, bombones a la orden…gritaba el ganapán. Con la chaza en la barriga recorría las calles de su nuevo fundo pero las ventas no llegaban porque los oriundos de Bugalagrande tienen una rara enfermedad genética que los hace proclives a la diabetes.

En ese pueblucho tan pobre que inclusive le gana en prestancia Andalucía que queda a pocos metros y donde hacen una gelatina de pata de res de la misma consistencia de la personalidad del presidente Santos, La Bestia tomó rumbo hacia Ceylán un paraje cordillerano cercano donde pensaba que su futuro estaría asegurado. Allí encontró un mecenas que con desconfianza lo metió a la escuela rural y alcanzó el quinto de primaria su máxima condición formativa y que al decir de sus consejeros espirituales le podría dar la oportunidad de entrar al seminario. Ser cura era su íntima vocación. Con el paso de los días La Bestia mutó a El Loco, su nuevo reconocimiento público del que se ufanaba porque decía con cierta mueca satánica que así le habían dicho a Cristo y se daba largas. Quería ser su émulo. Todo criminal quiere parecerse a Cristo porque los mismos evangelios han pregonado que los hombres fueron hechos a imagen y semejanza de dios. Tienen  razón porque para malo el de arriba.

Nadie supo a qué horas desapareció de Ceylán.

Apareció esta vez en Trujillo un pueblo ultramontano del Valle del Cauca, en las estribaciones de  la cordillera occidental. Allí cumplió los veintiún años, mayoría de edad, que le daba la oportunidad de convertirse en ciudadano colombiano. El registrador le pidió la Fe de Bautismo: Luis Alfredo Garavito Cubillos, Padres Manuel Antonio Garavito y Delia Cubillos. No saben firmar. Pusieron una cruz.

Los persiguen las cruces a estos hijueputas.

En la nómina de los cuarenta y cuatro millones de homínidos de Colombia el número que le tocó a la Bestia o el Loco es el 6.511.631.Ciudano colombiano con patente para secuestrar, violar, torturar y matar.

Allí en Trujillo, sede de Leonardo Espinosa Saldarriaga, el más cruel bandido de los años cincuenta a los ochenta y al que Gustavo Álvarez  inmortalizo en su novela El Último Gamonal, El Loco  hacía los mandados al capo conservador.

Espinosa era un viejo asesino que hizo una inmensa fortuna despojando de las tierras a los campesinos liberales en las épocas de la Violencia y  le dio la mágica condición de rey del feudo trujillano. Había acumulado tantos enemigos pero  nunca pudieron darle de baja pese a los 24 atentados que le hicieron y que dejaron un reguero de muertos en el centro del Valle del Cauca pero  menos el Gamonal.

Un individuo de su entera confianza apodado también El loco, (esto está lleno de locos) era el sirviente general de esa peste y fue el único que pudo, vendiéndose a unos sicarios,  permitir la entrada triunfal de los asesinos a la inexpugnable casa del viejo Leonardo y allí le dieron chicharrón. Tres asesinos, entre ellos una hermosa profesora de Cerrito, Valle, con la chapa de compradores de ganado  le ganaron la mano al viejo cretino y en la cama cuando quería reponerse para atenderlos lo dejaron tendido para secula seculorum. No lo salvó ni la tutela de la iglesia parroquial que había sido instalada gracias a su generosidad, frente a la casona de Leonardo y que  servía para que un vigía desde el campanario y al lado de nuestro señor Jesucristo le garantizaran la seguridad al benefactor con rifles, ametralladoras y jaculatorias.

 Todo junto.

Espinosa Saldarriaga días antes le había escriturado todos sus bienes al hijo de El Loco, su amigo íntimo, su sirviente, el mismo que alcahueteó su asesinato. Este otro bandido igual a Leonardo huyó despavorido, se internó en los Llanos Orientales y viviendo como una rata en las alcantarillas murió de muerte natural en gracia de dios padre.

Al enterarse de la muerte de El Gamonal Misael Pastrana Borrero, ex presidente conservador como el difunto, lloró a moco tendido  al conocer el insuceso y envió un condolido mensaje a la población de Trujillo por la muerte de tan portentoso individuo.

La Bestia aprendió con tino algunas cosas que le servirían después en su camino para  las salvajadas que cometió. Como era recurrente su cercanía con la sacra iglesia católica que servía de alcahueta a los crímenes de Don Leonardo le acreditaron a La bestia o el Loco, esta vez la chapa de El Cura.

Tenía todas las condiciones de maldad y corrupción para que lo elevaran a la condición de sumo sacerdote.

Hecho el curso en una de las localidades más violentas del país migró  hacia el sur el puto Cura.
Ecuador, Nariño, Valle del Cauca y después  Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima, Santander, Boyacá, Meta y en fin en  cuanto recodo de esta geografía iba dejando  su estela de crímenes.
De paso por el Quindío hizo un extravío y mimetizado de labriego se fue a su pueblo natal con el único objeto de vengarse. Allí deglutó a tres indefensos niños, los torturó, mató y enterró.

 Solo hasta hace poco el siniestro malparido hizo una obra de caridad con las afligidas madres de los difuntos y en acto de arrepentimiento frente a su dios, el mismo que le había ordenado los crímenes, les indicó dónde estaban los restos. En efecto en medio de dolores y angustias se encontraron los huesos de los menores como testimonio del recorrido de La  Bestia por Génova, la del Edén, su tierra natal.

Cuando se le seguían los pasos a El Cura, quien además tiene una petición de extradición en Ecuador, estaba muy orondo en Villavicencio, un pueblo seco y feo capital del departamento del Meta. De un momento a otro divisaron un degenerado que estaba haciendo de las suyas con un menor. Casi se les escapa. Huía entre los esteros  como una rata en desbandada hasta que los investigadores le dieron captura. Se encontraron con Garavito, El Cura, La bestia, El Loco. En su paso demencial había dejado ciento setenta y dos niños muertos por toda la geografía colombiana.  Campeón del Mundo, el hijueputa a los Records Guinnes fue a parar.

Se arrodilló clamante, pedía misericordia como todos los cobardes cuando se ven atrapados. Insistió en su inocencia y pregonó que las torturas, violaciones, secuestros y asesinatos los había hecho por orden del diablo. Le guardó la espalda a El Supremo que es en verdad el que todo lo puede, todo lo hace y quien le ordenó,  como es de suyo entendible, todas las fechorías al animalejo.

Dijo que era una víctima que lo habían violado de chiquito o por el chiquito, no se entiende muy bien en la grabación del juzgado y las transcripción quedó borrosa, pero no importa los cuentos de estos malandrines están a la orden del día para defender sus fechorías
Fue condenado a cuarenta años y  aunque las penas por los delitos cometidos ascienden a mil ochocientos cincuenta y tres años en este país no se podía penar en el momento de la detención de esta rata a más de la sanción impuesta que preveía el código penal.

Ya en prisión se ha salvado varias veces de que lo quiebren. En esas prisiones odian a los criminales de su calaña, por eso deben mantenerlos en aislamiento permanente el mismo que no hicieron las autoridades a tiempo, como todo en este país, para evitar los crímenes del malvado. Ha estado en Cómbita, Valledupar, La Picota. Se volvió notorio y su reconocimiento ha traspasado todas las fronteras gracias al amarillismo de periódicos y revistas que lo han exaltado a las cumbres de la fama universal por ser el criminal de niños más cruel y famoso del mundo. Juan Pablo Segundo en su magnanimidad lo mencionó acongojado en un Urbi et Orbi.

Se ha convertido, no se sabe a qué se refieren cuando hablan de conversión, a la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia. Todas esas confesiones son la misma mierda. Negocios y nada más. En nombre de dios estos malandros han hecho lo mismo durante todas las épocas desde que esta vaina se conoce y así seguirán hasta que el Supremo acabe con el nido de la perra y solo puedan registrar la hecatombe los periódicos de Marte.

Garavito confiesa, da bendiciones y a escondidas en contradicción con su nuevo credo recibe la comunión en las mañanas de los domingos de parte del capellán de la prisión. No se le ha quitado la costumbre de comer prójimo. Se come a Cristo en hostias.

Un fastidioso y desaseado de la televisión ha exaltado las condiciones de Garavito. Pirry cada semana muestra escatológicos informes que dan náuseas al igual que su figura de gamín y no podía quedarse por fuera el más distinguido criminal y abusador de niños que ha parido la puta madre tierra. A costa de las desgracias de los demás Guillermo Prieto Larrota, el alias de este seudoperiodista, se ha llenado las faltriqueras de dinero.

Es tan popular el Pirry  que lo han contratado con dineros del estado para que le enseñe a los borrachos a no matar gente cuando manejen a sabiendas que es un experto en marihuana y sus mensajes debieran estar dirigidos a la experticia para las fumarolas.

Loa al señor.

En su paso por la capital de El Edén Garavito despachaba cual ingenuo dependiente en el Arepazo un tugurio frente a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, templo frecuentado por  la rata y donde permanecía elevando oraciones al altísimo y prendiéndole velas a la virgen del Carmen. Hizo de su confesor a Mario Martínez Márquez, el cura  párroco, quien nunca lo oyó primero porque no le importaba y segundo porque era sordo. Se encontraron la dicha con la hermosura.

Con  malicia el sordo supo de sus andanzas porque se las hacia conocer por escrito y  se llevó a la tumba las peripecias mundanales de La Bestia. Le perdonó y  ordenó como mandan los cánones de la santa  que el día que se muera se vaya derechito para el cielo. Ese es el refugio de todos estos criminales. De seguro allí estará esperándolo el cura Mario que bien se ganó ese nicho a la diestra del Todopoderoso.

En la villa de la cuyabra hay una historia confirmada  que Mario Martínez Márquez ha debido ser en su familia el abogado por sus inclinaciones a los torcidos en lugar de Helio su hermano, honesto y recto como una palma de cera y  este en su lugar el cura. Se trabaron los cables. Cosas de Dios misericordioso.

Helio estaba predestinado a ser papa pero la divina providencia le cambió de rumbo. A lo mejor Martínez Márquez el buenazo se irá en contrario para el infierno.

Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres como Garavito. Este bandido es otro aporte a la genialidad de los paridos en El Edén.