miércoles, 26 de agosto de 2020

EL ECO DE UNA TRAGEDIA QUE PODRÍA HABERSE EVITADO

 

LA CALLE REAL

Armenia, agosto 26 de 2020

LOS SORDOS YA NO HABLAN (Gustavo Álvarez Gardeazábal)

292 páginas EDICIONES UNAULA



 

EL ECO DE UNA TRAGEDIA QUE PODRÍA HABERSE EVITADO

 

Gilberto Montalvo Jiménez

 

Quienes conocen a Gardeazábal, y no son pocos, se han acostumbrado a sus narraciones extraordinarias plenas de humor crítico, carga histórica y fluida narración de encumbrada estirpe literaria, lo que les ha permitido, de paso, exaltarlo al santoral de los mortales como una especie de arúspice etrusco o profeta sin tonsura.

El escritor colombiano o más bien tulueño o mejor universal no es nada de eso, esa magia intrínseca la ha logrado a través de su tozudez, cualidad innata para husmear los hechos y las rutinas, pero en nada gratuita si no por el contrario dada su experticia que desde niño le obligó a abrir los ojos para otear las circundancias, verificar, confrontar y con contagiosa terquedad cerrera no dejar cabo suelto en lo que se propone.

 

Desde muy temprano tuvo su inclinación por las columnas periodísticas que le publicaban los periódicos elitistas y de esa rancia oligarquía vallecaucana de la que denosta con frecuencia y que a la postre dada su perseverancia y trasgresión se las “colgaban” con la severidad de don Modesto Caicedo en Occidente o la diplomacia y donosura de Rodrigo Lloreda en el País. Pero desde ahí y por siempre ha sido un censurado.

 

Su condición de investigador, rutina de escogidos para iluminar los caminos de la sociedad donde se mueven, lo empujó a un abismo insondable de nuevo en sus columnas de La Patria de Manizales y de El Colombiano de Medellín para intuir que no le parecía prudente que existiera una indiferencia mortal de la dirigencia “azucena” mimada por el centralismo bogotano frente a las posibilidades de una tragedia originada por el Volcán del Nevado del Ruiz. La intuición de Gardeazábal no se quedó ahí, donde como siempre la han calificado de “elucubraciones de novelista” y se metió de narices a escudriñar la historia, que se repite en ciclos evidentes, para postergar otros proyectos e imbuirse en una aventura exótica que lo llevó a pasearse por las crónicas precolombinas de Fray Pedro Simón, cantera donde abrevó como alumno de la Universidad del Valle de la mano de su decano Oscar Gerardo Ramos, encontrándose la narración de la explosión del Volcán de Cartago en 1598 que botaba piedras hasta lo que hoy es Toro en el Valle del Cauca.

 

Gardeazábal, como era de esperarse, no se quedó ahí y de paso se fue acucioso al Papel Periódico Ilustrado y textos de 1860, en donde le pegó a la diana al encontrarse que ya en el 1857 había explotado el Volcán del Ruiz y se había llevado la población ubicada en lo que posteriormente fue Armero.

 

Comenzó su cantaleta documentada que lo llevó a ser despreciado por las elites del azucenaje, quienes temían que ante las revelaciones del escritor se podría afectar la Feria de Manizales ¡Vaya estupidez!

 

Y pasó lo que tenía que pasar: el l3 de noviembre de 1985 se vino encima la “bombada”, como la venía llamando el escritor, y la estela macabra de cerca de cuarenta mil muertos, los cuales disimularon con la entrega mediática de los diarios y las revistas capitalinas que se encargaron especialmente a través de la pluma de Germán Santamaría de entretener con la agonía de Omaira Sánchez, la niña convertida en símbolo de la tragedia con la otra incapacidad de salvarla del lodazal. Ahí con micrófonos y altoparlantes el mundo la vio expirar.

 

Cinco años después, como un reto ante sus críticos que lo fustigaban porque se había apartado de la literatura para irse a la política y por entonces convertirse en alcalde de Tuluá, surgió: LOS SORDOS YA NO HABLAN, una narración de encanto donde se trenzan, como es usual en el escritor, sus cargas históricas irrefutables, la magia de una tonalidad de pincel genial en sus 292 páginas, hoy 30 años después reeditada por Unaula de Medellín.

 

Lo que fue una sacada de clavo para quienes le censuraban su paso a la política se convirtió en una de sus mejores novelas, pero también en un testimonio desgarrador con personajes de carne y hueso y con simultaneidad notariando la denuncia que por muchos años hizo y a la cual los mediocres e indiferentes manejadores de la cosa pública de este país le dieron una razón, esa razón tan costosa que jamás podrán borrar de la memoria del mundo.

 

Leer LOS SORDOS YA NO HABLAN, para quienes tienen 40 o menos años o releerla para los que tuvieron la fortuna de hacerlo en 1990, es fascinante porque se estrella el lector con un documento de indudable valor histórico y una novela que destapa la canallada de unos seres humanos que privilegian una carnestolenda ferial a un sismógrafo porque eran tan imbéciles que argumentaban no necesitarlo porque la perra Laika, protegida de los guardabosques de la región, era el mejor elemento tecnológico, porque cuando movía la cola era porque el Volcán estaba en vía de erupción, y con toda seguridad esta no es una exageración del novelista, si no la realidad de un investigador nato que lo revela nuevamente como uno de los mejores en su género.

Pasearse por los SORDOS YA NO HABLAN es una necesidad intelectual para conocer nuestra historia con una profunda exquisitez sociológica.

viernes, 14 de agosto de 2020

KIRLIANIT CORTÉS: EN EL PINÁCULO DE LAS GRANDES ESTRELLAS

 LA CALLE REAL

Armenia, agosto de 2020

KIRLIANIT CORTÉS

EN EL PINÁCULO DE LAS GRANDES ESTRELLAS




Si de referencia artística se quisiera hablar en Colombia, no hay duda de que Kirlianit Cortés está en la primera línea de los tenores que han arrancado aplausos en los más exigentes escenarios del mundo.

 

Nació en Montenegro, Quindío, pequeño pueblo del occidente colombiano, en medio de las breñas agrestes de esa geografía bucólica donde la naturaleza es un privilegio que premia a sus gentes y que las dota, como en el caso del maestro Kirlianit, de una personalidad arrolladora, por la necesidad que tienen de abrirse horizontes y pensar que el mundo es tan amplio que con solo sentirlo en las distancias genera una vocación de trotamundos. Ese ha sido el sentido de vida y del arte de este maravilloso ser que, habiéndose vuelto hijo ecuménico de la humanidad, no se resiste a recordar a cada instante sus raíces, las que mantiene en una vívida permanencia en las cincuenta horas diarias que necesita para curtirse día a día en sus exigentes menesteres.

 

Su vocación de líder artístico viene de una familia que le  entregó la formalidad en su preparación académica con su soplo inmanente de espiritualidad, esa donosura humana que acera la personalidad de los grandes. Tuvo a bien desde muy temprano rodearse de compañeros que querían el mismo rumbo del arte musical y conoció, como un sino preestablecido, a profesores que le encontraron su virtuosidad y que jamás dudaron en encaminarlo, sin ningún peaje, por ese rumbo que lo tiene hoy en el pináculo de las grandes estrellas. Se debe recordar, entre otros, a los profesores María Teresa Mendoza y Bernardo Sánchez, quienes inspirados en la gracia exultante del talento y la dedicación del párvulo de entonces, empujaron ese diamante en bruto que poco a poco y dada su ejemplar disciplina pudo saltar con pasos agigantados los obstáculos que, como él mismo admite: “he tenido muchos éxitos pero también muchos fracasos”. Preciso es lo que necesitó un ser humano como el maestro Kirlianit Cortés para consolidar su estatura artística.

 

Como persona, es de una sencillez extrema, reservada a los elocuentes y sus retozos, recordando el viejo billar, la cancha de fútbol o la barra esquinera de su pueblo natal. Son momentos gratificantes que le dan un brillo especial a sus ojos en las remembranzas.

 

Su paso por la Universidad de Antioquia, uno de los centros superiores más calificados de Colombia, le dejó una huella en sus calificaciones profesionales, pese a los tropiezos de los conflictos de la universidad pública pero que jamás lo amilanaron y, por el contrario, lo indujeron a liberarse y volar sin barreras a los extremos del mundo, comenzando por la fría capital colombiana, donde aún se le recuerda una bella foto de antología con su colega mexicano, el gran Fernando de la Mora, con quien en la Ópera de Colombia se metió en la dramaturgia de Borsa con la Ópera Rigoletto de Giuseppe Verdi.

 

Pregonó con estilo propio y llenó de alegría y entusiasmo a grandes auditorios colombianos de concursos, especialmente de música andina, donde se llevó los más importantes  trofeos. Todo eran triunfos. Pasta fina de arte moldeado por su voz.

 

Cuando el pequeño solar nativo se estrechó, pensó inicialmente en Italia, cuna de las grandes expresiones de la ópera, y saltó el océano, directo a la península.

 

Así comenzó el trajinar, codeándose con lo más granado del Bel canto y alcanzando una estatura como tenor lírico de reconocida significación, que aún hoy resuena en los grandes templos de la exquisita dimensión de Austria, Italia, Japón, Estados Unidos, entre otros.

 

El maestro Kirlianit Cortés tiene una dimensión difícil de entender y, cuando los críticos más afamados del mundo lo veían sin duda alguna en la Metropolitan de Nueva York, la Scala de Milán o en la Ópera Real de Versalles, su trono se despejó de dudas y se encamino hacia unas raíces que permanecían inmanentes. De un solo tajo y sin pedir permiso salió airoso hacia la docencia musical. Su hermana Luz Lahiri, samaritana de la vida y excelsa conductora, le entendió y ayudó al aterrizaje sin sobresaltos en su máxima ambición dentro del arte.

 

Ya en Austria, dedicó su tiempo a la educación con Superarte, un programa sobresaliente por lo humano que lo afinó profesionalmente y lo catapultó a ser Kapellmeister de los Cantores de Viena, el coro más antiguo del mundo.

 

Sueño hecho realidad.

 

El maestro Kirlianit Cortés Gálvez es hoy uno de los más reputados directores del mundo. Oh, Gracia infinita!

 

Pero quedan pendientes.

 

Nunca ha olvidado las entrañas de su patria y recoge junto a su esposa y sus hijas, con quienes vive en Austria, arrullado por las notas cercanas del Danubio, esa magia que sirvió de inspiración a Strauss, los mejores cantos campiranos o de carrillera, como se conocen en su país de origen, para solazarse con Darío Gómez, a quien llevó cuando emprendió su periplo por el mundo hace ya largos veinte años, dentro de su maleta, con un disco doble que permanece intacto y que evoca que el ser humano jamás será eterno.

 

En esas noctámbulas disquisiciones, el maestro Kirlianit piensa, por qué no, parado en el Teatro Colón de la capital colombiana, retomando sus ancestros con una sinfónica y poniendo en lo más alto de su registro vocal la música del Rey del despecho.

 

Se sabe que, aunque el ser humano tenga la mortalidad rondando por cada esquina, Kirlianit Cortés, a pesar de que Nadie es eterno en el mundo, ya lo es, gracias a su arte.

 

 

Agosto de 2020

 

Gilberto Montalvo Jiménez

Periodista colombiano


sábado, 1 de agosto de 2020

MI AMIGO ALFONSO

 MI AMIGO ALFONSO

HOY HACE OCHO AÑOS FALLECIÓ EL GRAN HUMANISTA ALFONSO OSORIO CARVAL

Tuve la fortuna de ser su amigo, ser integro, entrañable, maestro por antonomasia, seis meses antes se le tributó un homenaje en el Club Andino de Montenegro y los organizadores me invitaron, a su vez, a leer un escrito mio de marzo de ese año 2012, lo hice con amor.

Aquí les comparto ese texto.


Gilberto Montalvo Jiménez

Marzo 10 de 2012



Es el paradigma de la espiritualidad y su cristiana manera de ser no tiene comparación.

Sus íntimas convicciones  le han permitido llevar con paciencia infinita un mal que a otro lo habría llevado a la tumba hace “siglos”.

No en vano tiene vena de alquimista y cree que la misericordia de Dios está  por encima de las auscultaciones de los oncólogos, quienes matan cada mes, o máximo seis,  a sus víctimas, las mismas que comparten con la enajenación airada  de las células.

Lo vi entrar desdeñoso hace tres años a mi oficina cuando le dijeron que su partida estaba a la vuelta de la esquina pero sin inmutarse me espetó: “Esto está en manos de Dios”

Y para él con certeza el seguro vital está en la omnipotencia divina aquella que para otros es una quimera.

Ha militado en la cofradía de la amistad una especie de círculo infinito en donde sus enseñanzas nacidas de su excelente formación universal en la cultura son de suyo prototipo para quienes hemos tenido la fortuna de admirarlo. 

Nunca ha reprochado nada de sus amigos y por el contrario cualquier detalle  insignificante tiene para él un inmenso calado.

Su pasta es de montañero culto con genes de viajantes irredentos.

 Heredó la bonhomía de su padre y la fina excelencia de su madre aunque no se apropió de las ventas callejeras que lo llevaron de niño de pueblo en pueblo y de vereda en vereda, periplo este que le enseñó a conocer al género humano y lo graduó de empírico sicólogo.

Comunicador por antonomasia. Una conversación de cualquier tema tiene ribetes encantadores y sin ninguna duda aunque podría adquirir características decimonónicas las mimetiza de tal manera que la actualidad arrolla cualquier otra pretensión.

Sus poemas van desde el romance tristón, las sutiles líneas cortas y  profundas  y el misterioso encanto del humor negro elevado a la alcurnia del deleite.

Tiene un liberalismo a horcajadas que le ha dotado de paciencia singular para discutir con sus antagonistas porque su cercanía a la mesura le impide sobresaltos. 

Su lenguaje místico, sin rebusques, le dan a su prosapia categoría sublime.

Ha indultado para siempre a sus detractores que son pocos y arrima con donosura a muchos que hoy lo admiran con especial distinción.

No ha sabido de rencores y otorga patente indeclinable a la amistad.

Esta semana después de permanecer por muchos días en su voluntario encierro de paciente salió airoso a la Calle Real de la mano amiga, fiel y grata de su amada Celma,  mientras cientos de sus admiradores le prodigaban salutaciones y  unos metros más allá se inclinó reverente ante la imagen adorada de María Inmaculada en los terrenos utópicos de la Catedral para darle gracias por su permanencia en esta tierra.

Entretanto sus amigos, quienes le queremos, le damos gracias a la vida por habernos permitido tener al lado a Alfonso Osorio, mantenerlo con nosotros por tanto tiempo y pedimos a gritos que derrote nuevamente al intruso que ha querido arrebatárnoslo. 

Mientras existan personas como Alfonso el mundo seguirá girando sin tregua diciéndonos que valió la pena haber vivido cuando encontramos seres maravillosos como él.