miércoles, 20 de mayo de 2020

DESNATURALIZACIÓN DE LAS VEEDURÍAS


LA CALLE REAL

Armenia, mayo 20 de 2020

LA DESNATURALIZACIÓN DE LAS TALES VEEDURÍAS

Gilberto Montalvo Jiménez


Una figura respetable y consagrada en el contrato social de los colombianos y que se inspiró en  el  derecho inalienable de los ciudadanos para controlar el ejercicio y sobre todo el desborde de algunos funcionarios públicos se han convertido en tinglados politiqueros que por esas  razones obvias pierden su naturaleza.

Aquí hemos padecido la actitud que bordea los límites del código penal de una veeduría que solo ha servido de brazo politiquero de quienes a la postre resultaron ser los grandes defraudadores de los dineros del erario de Armenia. Ya nos referiremos en otro texto a ellos.



Ahora ha surgido una Veeduría con afincamiento en la ciudad de Bogotá orientada por Álvaro Mejía Mejía un individuo  no confiable que en pocos días ha desnaturalizado su condición de veedor.

Varias son las personas que fueron convocadas por Mejía y se abstuvieron de participar, entre los que me cuento, porque advertimos sus protervas intenciones; además ejerzo la crítica y la vigilancia desde mi trinchera periodística. No necesito jefes de felpa.

En la campaña politiquera del año inmediatamente anterior se derramó en elogios para el entonces candidato Roberto Jairo Jaramillo, multiplicando en las redes sociales que “ahora sí el Quindío va a quedar en buenas manos, habrá limpieza en la contratación pública”  y  toda suerte de zalemas, muy propias de su gelatinosa personalidad, las que tenían como objeto ubicarse en sitio de preferencia en las entrañas del hoy gobernador para buscar intereses particulares, de eso no hay duda.

Esta  es una opinión libre al examen crítico que he ejercido desde hace más de cuarenta años desde la trinchera del periodismo sin buscar canonjías porque nunca aprendí a ser valetudinario.

Tengo una rara enfermedad en la columna vertebral heredada de mi abuelo que me impide arrodillarme.

Después de un diálogo acalorado con Mejía hizo la actitud de los mafiosos al  editar un audio privado  y  ponerlo en las redes para tratar de minimizar o ridiculizar lo que he hecho durante tantos años.

Le refresco que sobre la denuncia de Valorización en Armenia ahí están los documentos que dan cuenta de  que  inicié la puesta en evidencia del mayúsculo escándalo; dónde estaba entonces Mejía?, el prohombre, supuesto discípulo de Álvaro Gómez Hurtado. Yo que estuve tantos años al lado de Silvio Ceballos Restrepo y por ende con las disciplinas del inmolado líder conservador  jamás  vi allí a Mejía en nada.

He aprendido con el tiempo de que lo que un hombre de cojones dice en privado lo sostiene en público y no tengo de qué arrepentirme.

Qué tal que en mi caso violando el sigilo profesional hubiese publicado cuanta llamada me hacía permanentemente Mejía para decir  cosas que  a bien tenía confiarme. Ocurre que no todos estamos hechos de la misma pasta. No traiciono principios. Jamás.

No me perjudica que haya publicado un audio editado de conversaciones privadas porque lo identifica y pone en evidencia la poquita dimensión que tiene al no ser un hombre honrado mentalmente.

Cuando un individuo se queda sin argumentos porque percibe que todos los días ponen en duda  la seriedad de sus denuncias, que además ha convertido en un espectáculo circense, con una puesta en escena farragosa y teatral de su supuesto trabajo de “veedor”, no le queda otro rudimento que echar mano de las actitudes del bajo mundo, grabar, editar y poner a circular conversaciones privadas al mejor estilo de la Omertá.

Me tiene sin cuidado, estoy al examen crítico de quien quiera, aunque saco una nueva conclusión; quién podrá confiar en un sujeto que cuando se ve contra las cuerdas por su evidente politiquería, puesta al servicio de candidatos derrotados y con el solo prurito de ser un  pintoresco  bufón, subsidia su precaria seriedad con actitudes deleznables.

Quién, me pregunto, quién podrá confiar algo en este señor? de ahora en adelante cada que alguien vaya a sostener una conversación, un debate, o una discusión con Mejía debe percatarse que no es confiable y que dentro de su pequeño magín solo hay  una tonelada de intenciones torvas y una condición ética discutible, aunque su peregrino sainete semanal ya, de por sí, pone en evidencia lo que más podría ser una caricatura de muy baja calidad del teatro del absurdo.