LA CALLE REAL... 15 AÑOS SIN GONZALO URIBE ARISTIZABAL
LA CALLE REAL
Armenia, junio 24
de 2024
Gonzalo Uribe
Aristizábal
QUINCE AÑOS SIN
GONZALO URIBE
Gilberto Montalvo
Jiménez
Y se fue Gonzalo
Uribe Aristizábal un 24 de junio de 2009 sin dársele nada, estaba tranquilo en
un momento de plenitud de su vida sin atafagos ni premuras con solo 54 años y
cuando meditaba sereno en su casa paterna de toda la vida.
Tenía un gran
corazón el mismo que le falló esa mañana sin contemplaciones y que lo dejó en
medio de muchos sueños y de seguro con más aportes pendientes para
su comunidad.
Gonzalo fue el
motor de su familia y no pudo soportar la angustia de haber perdido en unos
pocos meses a su padre Luis Ángel y a su madre Soledad con quienes
convivió toda la vida, a quienes quiso con extremo amor filial.
Quienes le
conocimos supimos que Gonzalo había recibido un mazazo en su corazón con la
pérdida de sus más queridos seres. No pudo soportarlo.
Fue líder natural
en La Tebaida natal donde lo eligieron como su primer alcalde por decisión
popular, lo intentó en una segunda oportunidad, pero pese a las múltiples
advertencias de sus cercanos, fue derrotado por Idermán Londoño, su compañero
de viejas andanzas en esa izquierda romántica de los setentas.
Gonzalo era por
naturaleza bonachón, desprendido y un excelente periodista, recursivo como el
que más lo que en ocasiones, dada su acuciosidad, le hizo pasar malos momentos
como cuando en un arrebato de arrojo periodístico decidió aceptar al entonces
capo Carlos Lehder Rivas, una invitación a Tranquilandia, el máximo emporio de
procesamiento de drogas del mundo, para la época, en plena selva entre los
departamentos de Meta y Caquetá con el propósito de realizar una
entrevista para el periódico La Patria del cual era su coordinador para el
Quindío.
Cuando estaba con
el narcotraficante sobrevolaron los aviones de la Fuerza Aérea y Uribe salió
así como llegó sin la entrevista y con la ansiada espera en Armenia de Rosso
José Serrano, entonces coronel y comandante del departamento de policía
Quindío, para que en una comedida detención le revelara detalles de su viaje al
corazón de los intereses de Pablo Escobar, los hermanos Ochoa Vásquez, Gonzalo
Rodríguez Gacha y el propio Lehder que se había metido en la clandestinidad
para evitar su segura extradición. Por supuesto que Gonzalo no reveló
absolutamente nada porque estaba en el cumplimiento sagrado de su deber de
informar.
Fui muy cercano a
Gonzalo, tal vez el periodista con quien más años trabajé en diferentes medios
de comunicación y siempre me brindó confianza y apoyo en las labores que por
azares del destino tuve la fortuna de ser su director, tiempo que
aproveché para conocerlo a fondo, formarme la mejor impresión de su
solidaridad y sobre todo su probada transparencia y honestidad que
conservó toda la vida y dejó como legado a la sociedad, a su hermano
y hermanas.
Pese a las
discusiones civilizadas en torno a la participación de los periodistas en
política electoral y de la cual me he apartado de manera contundente
y no comparto, le respeté sus decisiones no interferí jamás en ellas
como cuando por ejemplo hizo parte del carrielismo, de
buena fe, lo que le permitió ser representante a la cámara. En las diferencias
generábamos respeto.
Gonzalo Uribe, como
algo exótico en este país de politiqueros tramposos que se roban el
erario y protegen la corrupción, fue un periodista honesto y un político
transparente. De eso nunca ha habido, esto honra su memoria.
Fue un amigo
incondicional de la revolución cubana y admirador ferviente de Fidel lo que le
inclinó a no perderse todas las noches en su vieja grabadora Sony los programas
de Radio Habana Cuba los mismos que grababa y guardaba como tesoro.
Disfrutaba de las
fiestas familiares y participaba en bailes donde no podían faltar para su
placer Gustavo Quintero y Rodolfo Aicardi, sus preferidos, porque de ahí no
pasaban sus conocimientos musicales, con estos le sobraba para pegarle a la
baldosa con su corpulenta presencia.
Después de haber
caminado juntos en muchas circunstancias durante más de treinta años y
acompañarnos, más en las malas que en las buenas, tuve el infortunio
de no estar el día de su fallecimiento porque con anterioridad
me había comprometido en un periodo de vacaciones fuera del país, mi
dolor se hizo más grande porque Gonzalo Uribe Aristizábal era mi mano derecha
en la oficina de comunicaciones de la gobernación del departamento
cuando la muerte lo sorprendió.
El peor de los
castigos a un ser humano es el olvido, yo no he olvidado a Gonzalo porque se
ganó un puesto de privilegio en mi vida.