Crónica en el DIARIO DE
COLOMBIA
Octubre 14 de 1995
La Galería...
Un apasionante mundo en el
centro de Armenia
Gilberto
Montalvo Jiménez
No
cabe duda que el desarrollo de Armenia,una de las ciudades más prósperas del
país, se ha forjado a instancias de la Galería.
Han
pasado casi cincuenta años, desde cuando se pensó en un sitio donde se podría
agrupar a los dispersos vendedores que quedaron expósitos tras un voraz
incendio en lo que hoy es el palacio de gobierno municipal.
Y
llegó la magia del inmenso arquitecto Lino Jaramillo quien diseñó una de las más importantes construcciones de la
ciudad.
En
torno a la plaza de mercado se fue gestando la pujante ciudad que se muestra
como orgullo de su estirpe.
En
su momento cuando no existían los grandes autoservicios y automatizados
supermercados las señoras encopetadas de la sociedad se confundían con las
marchantas para con su "llevo-llevo" al lado recorrieran con
inusitada curiosidad cada uno de los rincones de la plaza de mercado para
proveerse de lodo lo necesario en los menesteres de la casa.
Con
grandes canastos de mimbre, que se asían a la cabeza de los ujiers a través de
una correa de fique las señoras "hacían el mercado"durante la mayor
parte de la mañana de los domingos especialmente.
Hay
que tener en cuenta que la plaza de mercado de Armenia, mejor conocida como La Galería,
cubre una manzana, pero curiosamente una manzana de seis cuadras donde se puede
encontrar la más hermosa iglesia de la ciudad o el más bajo y despreciable
cuchitril.
Es
que la amalgama de tendencias arquitectónicas da para un estudio a fondo de
cómo o con qué criterio se han ordenado
las construcciones de su alrededor.
Se consigue de todo
No
hay un sitio en la ciudad donde se encuentre mayor variedad de útiles productos
y baratijas.
Llegan
las mejores verduras importadas de Cajamarca o la carne exquisitamente escogida
para restaurantes y familias de primera clase, hasta redrojo de yuca o plátano
que se puede comprar por quinientos pesos lo que le cabe en la mano a un
vendedor improvisado que recoge las migajas que desechan los demás.
En
las afueras de La Galería se puede almorzar con ciento veinte pesos consistente
en cincuenta de fríjoles, cincuenta de arroz y veinte de
"aguapanela". Es un sitio que handenominado algunos la mesa de los
apóstoles porque caben sentadas seis personas a un lado y seis al otro. Sin
embargo hay comensales que prefieren la faena de pie para evitar que otros con
menos fortuna les puedan arrebatar por su hambrienta condición la pírrica
ración.
Pero
si usted quiere apurarse unos apetitosos platos de sancocho de gallina o
pescado, una bandeja combinada (con todas las carnes) o una exquisita sopa de
mondongo solo tieneque desplazarse por unas gradas remodeladas en latón que
forman un caracol, para encontrarse con los mejores restaurantes típicos de la región.
Allí han
consumido viandas frugales personajes de la talla de Luis Carlos Galán,
Belisario Betancur o César Gaviria, en momentos de trance electoral.
En
el llamado Caracol para épocas especiales como la navidad, no se encuentra cupo
para comprar un payo relleno (son los mejores de la comarca), porque las más aprestigiadas familias de la ciudad desde junio hacen los
encargos que llevarán a sus fincas de
recreo para presumir ante sus invitados
sobre la gran capacidad culinaria de la señora de la casa.
En
este restaurante múltiple hay una curiosidad: pese a que las viandas están
expuestas al público, dizque porque la comida entra por los ojos, no encuentra
usted una mosca, en virtud de que estas permanecen en el primer piso de la
galería deleitándose con las más frescas carnes de res, cerdo o pescado y
evitando un viaje a las alturas donde los hambrientos comensales no deajan ni
el “pegado.”
La
plaza de mercado de Armenia es tan disímil en su composición que tiene en sus
alrededores, por ejemplo, una reconocida droguería, cuestionada por dineros del
narcotráfico, donde se pueden adquirir medicinas con un cuarenta por ciento de
descuento y al lado varias boticas que aún conservan un rancio olor a remedio o
merthiolate y se puede encontrar el ungüento mercurial para matar los piojos
que dejan algunas relaciones sexuales o el reconocido tricófero de Barry.
Por
el norte y en las afueras de la galería también existe una especie de
extinción: El último farmaceuta diplomado de la región, don Julio Jaramillo
Londoño, quien se da el lujo de preparar las combinaciones que formulan los más
aprestigiados médicos especialistas a sus pacientes.
Unos
pasos más arriba también se encuentra una bien surtida tienda de menjurjes,
bebedizos, sahumerios, imágenes de santos y riegos de la buena suerte que
sirven de ayudita después de las oraciones piadosas en la iglesia de San
Francisco.
Borracheras, cantinas y amores
peligrosos.
Mientras
el padre Martínez a mañana y tarde oficia la santa misa en la imponente iglesia
de San Francisco, recita jaculatorias y reza por las ánimas del purgatoria, a
escasos metros en las cantinas de mala muerte pueden estar despachando de este
mundo a un parroquiano de certera puñalada, en medio de una borrachera tenaz,
después de jugársela todo por un amor, sin tener siquiera la mano piadosa del
sacerdote para que le imponga los santos óleos.
Las
cantinuchas que con audacia ubican en viejas casonas de bahareque, sostenidas
solo por las telarañas que penden de los destartalados techos, los clientes
encuentran cerveza a trescientos pesos con la seguridad que si no están de
suerte le enciman su botellazo o por qué no, una puñalada.
Cerca
damiselas que ya no tienen el atractivo de otros años, dedican su tiempo a la
venta de condones, para no perder su vocación por el sexo, que llevan incluso a
domicilio. En frente de la más hermosa iglesia de Armenia se apeñuscan
pensiones de mala muerte donde los buscadores de amoríos peligrosos, pueden
encontrar, dos horas de febril gozo por mil quinientos pesos o toda una noche
en medio de pulgas, chinches, alacranes y olor nauseabundo a basuco por dos
mil.
El rey del segundazo
Uno
de los sitios privilegiados de nuestra Galería es el famoso planchón, donde el rey
del comercio es el segundazo.
Relojes
añosos marca Invicta, los famosos trestornillos que solo pueden lucir las muñecas
curtidas de los cogedores de café, dado su estereotipado tablero y peso infernal.
Zapatos de segunda, medias de segunda, camisas de segunda, calzoncillos y
cepillos de dientes de segunda. Sólo falta el papel
higiénico de segunda.
Se
consigue además una vieja máquina de moler, sin el molino, licuadoras que no
licúan y hasta el más extraño repuesto para poner a andar un
ariete, motobomba centenaria que aún se utiliza en algunas fincas de la región.
Ahí
mismo, un cacho de marihuana punto rojo puede adquirirse por cien pesos o uno
de basuco por doscientos, sin que medie ningún problema pese a que a treinta
pasos más adelante está toda la parafernalia de la autoridad, policía e inspección
de permanencia. Es el mundo sórdido pero real de la Galería de la capital del
departamento del Quindío.
Un
transeúnte ingenuo al menor descuido lo dosifican con escopolamina para dejarlo
en cueros o en el peor de los casos mandarlo al otro mundo.
Muy
cerca de la plaza de mercado se encuentra la última lavandería a vapor que
entrega por unos pesos más, en horarios extras, las prendas de vestir con un
intenso olor a thiner.
Otro
curioso negocio se ha establecido en reconocidos comercios de telas y chucherías
que consiste en guardar maletas y maletines, propiedades de los trashumantes
propietarios que pagan por hora cincuenta pesos o todo un día por
quinientos. Esta actividad nació como
medida de seguridad de los dueños de los alijos que pueden beber hasta
emborracharse sin el temor de perderlos en medio de la fenomenal raca.
Paradójica Galería.
Este
lugar, metido en el corazón de Armenia, es pintoresco y útil a la
comunidad. Se confunden meretrices que ofrecen su cuerpo a bajo precio
con damas de “dedo parao” que buscan afanosamente rebaja en el precio de una
“pucha” de papa.
Subsiste
la más antigua fábrica de café molido que en sus horas de producción amerita
escanciarse cerca una cerveza para tener el placer de recibir el efluvio de su
proceso. Todo se confunde.
La
Escalera del Ritmo, discoteca donde tiran paso los chocoanos de la Universidad
del Quindío y juegan billar los indígenas que venden ruanas y camisas en sus
alrededores. Está, también, el puerto
donde los dueños de fincas o sus agregados llegan con la esperanza de contratar
los trabajadores del campo, ya que en estos lares ellos esperan ansiosos porque
se han bebido el billete de la semana anterior. Dadas las circunstancias de
este mundo multifacético de la Galería
de Armenia se han instalado prenderías de diez por ciento diario donde
se quedan los más disimiles artículos.
Tienen
lotería propia. Venden los taquitos y
bajo la supervisión de los ojos de los compradores se realiza el sorteo para
luego a través de un megáfono recorrer el entorno galeril anunciando la buena
nueva para quienes por fortuna obtuvieron el numero ganador.
Existen
discotecas Improvisadas donde hay que pagar por adelantado el servicio que
Incluye el acompañamiento de una mujer fatal, con lunar pintado en la mejilla, que tiene la obligación de
pedir por tanda dos costeñitas o el
infaltable ron con Coca-Cola para que después le entregue el administrador
fichas que se convierten posteriormente en su magro salario.
Conviven
cerca edificios de hasta ocho pisos donde residen respetables personajes,
abogados o comerciantes que han tenido que buscar alternativas de aislamiento
para evitar el infernal ruido de las rockolas circundantes. Como un vívido homenaje a la situación
económica de la región todavía despacha el más antiguo almacén de innúmeros
artículos para todo, perteneciente a la familia Gómez, respetados
inversionistas, que desde hace años están en concordato, no reciben cheques
porque no tienen cuentas corrientes para evitar los embargos y las tarjetas de
crédito son bichos raros. Se debe entender que por razones de la figura
concordataria toda transacción es de riguroso contado y en efectivo.
En
fin... esta plaza de mercado tiene su encanto...
Y
que más pueda encantar que usted adquiera por mil doscientos pesos el casete de
moda con anticipación a las casas disqueras de la 21; natilla y buñuelos
durante toda época del año, semáforos que no funcionan, cinco toneladas dianas
de basura, arreglos florales por dos mil pesos (en floristerías de caché valen
veinte mil pesos), morcilla en hoja de bihao, vendedores de carne de cachete,
gordana y huesos por quinientos pesos y ricos vergonzantes que aprovechan
el crepúsculo para llevar a sus casas lo
que ha quedado de la faena diaria.
Ahora
los dueños de la Plaza de Mercado están con el objetivo de privatizarla.
A
este apasionante de mundo de la Galería, la que no importa de quien sea, pues
todos la tienen como propia, no ha escapado ningún ciudadano colombiano, así
sean las beatas que madrugan a las cinco de la mañana para que el padre
Martínez les oiga en confesión y espíen sus pecados contraídos al pasar por el
sector mirando de reojo, con disimulo y bajo la complicidad de sus mantos, un
apasionado beso apambichao..