LA ENÉSIMA GUERRA DE GARDEAZÁBAL
LA CALLE REAL
Armenia,
septiembre 25 de 2018
LA
ENÉSIMA GUERRA DE GARDEAZÁBAL
Gilberto
Montalvo Jiménez
Gardeazábal
no ha podido desterrar los demonios que le persiguen desde hace tantos años
como los que tiene y un montón de más que le han acosado desde mucho antes de
que viera la luz en esa Tuluá añeja, legendaria y cuna de sus narraciones
tentadoras, alucinantes, con ese deje nostálgico por momentos pero encerradas
en la más cruda realidad.
Gardeazábal
ha tenido la suerte de vivir cómodamente de Tuluá y es el responsable de que
ese villorrio atravesado por las truculencias de míticos chismosos y asesinos de alcurnia y
pergaminos sea reconocido en la geografía del mundo como un centro de atención
de múltiples guerras que han permeado su historia sin ninguna posibilidad de
que algún día cesen.
Las Guerras de Tuluá (ediciones
Unaula 2018) con sus 182 páginas cargadas de instrumentos
narrativos históricos, pero con la vergajada que le caracteriza al escritor
para sacarse clavos, es un cúmulo de historias ciertas noveladas con la
exquisitez de su pluma y la exageración que le es propia a los que nacieron en
ese pueblo de León María Lozano, las Chapetas o Pecueca, su amigo, confidente y
guardaespaldas.
No
sabe cómo entrelazar hechos criminales de un realismo pasmoso con la jodencia para
los blancos de Cali y Buga y los Caicedo, latifundistas desde siempre. Como es
usual en sus narrativas el escritor echa mano, en esta oportunidad, de un
vocabulario llano, de fácil comprensión, con veinte textos de fina escritura
enriquecidos con esa verborrea pedestre que solo los tulueños podrían entender
pero que Gardeazábal de tanto machacarla y poniéndola en contexto, terminan los
lectores por comprender.
Me
luce que Gardeazábal cogió al garete o de manera aleatoria las historias
narradas en este extraordinario libro de denuncia para que quede en el acervo histórico
del colectivo unos hechos que ocurrieron en Tuluá pero que se repiten cada
instante, cada hora, cada momento en cualquier lugar de este pobre país de
mierda.
Quienes
conocemos a Tuluá sabemos que Gardeazábal está en condiciones de escribir un montón de libros
con historias similares porque apenas
escogió unas pocas como abrebocas a lo que podría ser una saga para complementar
su muy afamada pluma de escritor sublime con un libro clásico con cerca de cincuenta
años “Cóndores no entierran todos los
días” que sigue reeditándose como hacen los panaderos con sus panes cada mañana
y sigue siendo un norte de estudio en las grandes universidades del mundo.
Tuluá
es hija de la contienda permanente, de los rezanderos, la superchería y Gardeazábal su notario ilustre.
La
Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín con la decidida sapiencia de
Jairo Osorio, como editor, se ha apuntado un hit al haber escogido a uno de los
mejores escritores colombianos para publicar sus obras, aunque él se queje
permanentemente de que no lo es y que solo le interesa contar historias.
Para
saber de nuevo sobre la violencia cotidiana en Colombia basta con leer Las
Guerras de Tuluá para darnos cuenta de que un loco con maestría nos
demuestra que la insania intolerante para los colombianos es tan atávica como
la misma corruptela de los políticos de siempre.