RECUERDO DE UN GRAN ARTISTA
LA
CALLE REAL
SEPTIEMBRE 30 DE 2013
Duvan López
LA MONOCROMÍA
DE DUVÁN
Gilberto
Montalvo Jiménez
Duván López se ha ganado la
estigmatización de un puñado de
sabihondos quindianos en esto del arte y la plástica.
Nos hemos encontrado, por supuesto,
con una serie de opinadores que no teníamos la menor idea de que existieran y
más aun que se tratara de críticos de arte porque aparecieron de un momento a otro y como por encanto.
Estaban mimetizados, desde la época en que
argumentaban con tonito académico que
La Rebeca era una obra de un desnudo público en una pileta en Bogotá y que en aras de
llevar la corriente le atribuían a Roberto Henao Buriticá, el negro, aunque
posteriormente la historia develó el asunto y se pudo comprobar que se trató de una encomienda a un exiliado
marmolero italiano que estaba de paso aguantando filo en la fría capital de los colombianos.
Lo mejor de la propuesta conceptual
del artista quindiano es que salieron de sus madrigueras los alumnos de Eduardo
Serrano y Marta Traba. No sabíamos que el cubano José Gómez Sicre, curador
cubano de audiovisuales de la OEA por muchos años, tenía por estos lados unos
discípulos tan aventajados, aunque a decir verdad la mayoría sí avejentados.
Duván ha recibido los ‘piropos’ con
cierto grado de indiferencia, solo le preocupa que le estimulen un socorrido
favorecimiento de la alcaldesa de Armenia Luz Piedad Valencia por el
‘exorbitante’ precio de treinta millones de pesos para lo que algunos
consideran un herraje de portada de esas ciudades de hierro enmohecidas por el
tiempo y que andan por las barriadas periféricas de los pueblos.
El artista cree que su concepto sobre
la casita quindiana es una parte de su elevada concepción de las dimensiones
estéticas de aquellos lugares que dieron cobijo a nuestros primero pobladores,
aunque para la época el amarillo pollito no se usaba en las paredes de
bahareque y menos en los dinteles. Solo después de que Simón González, le diera
ese tono carnestoléndico a las casas sanandresanas, se importo al interior pero
especialmente para la identificación de los carros del servicio público.
Ese amarillo, para ser justos con la
región, si estuvo mucho antes y por un
tiempo en la camiseta del Deportes Quindío cuando James Padilla no había
llegado de Cartago y Hernando Ángel era un jugador de gorriones en el barrio
Obrero de Cali.
Pero el objeto ha sido descalificar a
Duván López como artista y de verdad que han logrado que muchos le hayan puesto
atención a la sucedánea obra de El
Camello de la corrupción señalándola más como un objeto perturbador del paisaje
antes que una obra de arte.
La subjetividad es precisamente el
tono que buscan los artistas para que sus obras despierten los sentidos. Pasa
igual con una partitura musical o aquel jarrón del siglo 18 que fácilmente
puede ser destrozado por la travesura de un pilluelo tras la búsqueda de su
pelota de letras. Pero ahí está el detalle. Que la obra llame la atención para
bien o para mal.
Duván está jarto con su casita quindiana,
pero volviendo al amarillo pollito o el amarelo de los brasileros, se ha creado una febra amarela que ha generado un contagio inusitado, pero no han
comprendido que este artista que ve las cosas con un ojo crítico, exploró con
mucho cuidado el entorno antes de su famosa propuesta.
Estudió en detalle el color amarillo
de la base de la rotonda que se ha pintado allí de manera estratégica por
cuestiones visuales y para desestimular la accidentalidad.
Más allá se observa de sur a norte
unos metros adelante como se erige
impetuoso un puente elevado que nadie usa y que su barandaje tiene el mismo
tono cromático de la obra de Duván. No obstante eso no es todo, López ha creído
que en las horas pico los trancones por ese lugar son de tal magnitud que los
taxis se apiñan a manera de rendición de pleitesía a su obra y la conjunción
del amarrillo de la casa quindiana y los vehículos de servicio público generan
una sinfonía cromática difícil de describir.
No todo es malo, la obra de Duván
López para un neófito como yo, tiene algunos ingredientes que pasaron
inadvertidos por los linajudos críticos de arte que han llenado en los últimos
días las páginas editoriales del periódico local, a sabiendas de que el único que se ha apartado de esos criterios
ha sido el director de ese medio quien en enjundioso estudio editorializó a favor de
la propuesta artística lo que para
muchos es eso precisamente lo que ha descalificado la obra.
Pero todo en aras y exaltación de la
monocromía de Duván.